Comer bueno, bonito y barato en el Algarve
Reabiertas ya las fronteras, podemos volver a disfrutar de las sapateiras, arroces y pescados a precios muy asequibles
Jerez de la Frontera
La región hermana del Algarve, especialmente la parte que linda con la provincia de Huelva a través de Ayamonte, es sinónimo de reláx y descanso. Tierra que me evoca acantilados, naturaleza, playas, modernos resorts y pueblos con una decadencia llevada con dignidad y decencia. Me encanta su gastronomía, a pesar de su gusto desmedido por el cilantro. Lo compensan el marisco, los pescados, la huerta, sus aceites y sus vinos blancos secos y vivos, con notas de cítricos, de las vastas llanuras del Alentejo.
Desde hace siete años estrenamos el verano allí con un fin de semana completo. Tavira, Sao Bras de Alportel, Faro, Carvoeiro o Portimao son algunos de los destinos buenos, bonitos y baratos donde nos gusta entregarnos justo cuando la luz de la reserva se enciende al final de cada temporada de trabajo.
Ahora, que desde hace quince días han vuelto a abrirse las fronteras con el país vecino, tendremos la oportunidad de encontrar la paz y el descanso deseados. Este remanso tiene como telón de fondo bellísimos pueblos que se resisten a entregar la cuchara ante el avance inexorable del turismo, especialmente el británico, que llega en un goteo incesante al aeropuerto de Faro. Mejorando lo presente, dejarse llevar por los encantos del Algarve se convierte cada año en una experiencia deliciosa.
Comenzaremos el recorrido en Tavira, a menos de cuarenta kilómetros de la frontera que marca el puente sobre el río Guadiana. Es una ciudad pequeña de corte clásico con un centro histórico monumental muy bien conservado. Con apenas 30.000 habitantes, es uno de los destinos turísticos principales dentro del distrito de Faro. Tiene un trazado relativamente cómodo que permite recorrer a pie todo el casco urbano, dividido en dos por el río Gilão, que desemboca en las ensenadas y lagunas del parque natural de Ría Formosa.
Su oferta gastronómica es variopinta y muy adaptada al turismo. Podemos encontrar un buen número de trattorias y de restaurantes chinos e indios que conviven en armonía con otros de cocina portuguesa. En una de nuestras primeras visitas a la ciudad llegamos algo tarde pese a la diferencia horaria (allí es una hora menos) y fuimos a tiro hecho al restaurante Cantinha do Emigrante, situado junto a la iglesia de Nossa Senhora da Ajuda ou de Sao Paulo. Es uno de tantos establecimientos de cocina regional que se repiten como clones tanto en la decoración como en la distribución y en la carta. Arroz cocinado con pulpo, ensalada clásica y bacalao dorado para no equivocarnos, con la pasta de sardina, la mantequilla y el pan como entrantes típicos, y un vino blanco del Algarve. El guiso está sabroso, pero el arroz se ha pasado y hay cilantro en exceso. Un poco seco el bacalao debido a que el huevo se ha cocinado más de la cuenta, y perfecta la verdura.
Tengo especial interés en cenar en uno de los establecimientos más concurridos de Tavira. Es el Vela 2, en las afueras de la ciudad, que nos pilla a medio camino desde Casa Branca, un hotel rural más que recomendable en el que repetimos por segundo año. El Vela es un homenaje en sí mismo al Benfica, uno de los principales clubes de fútbol de Portugal. La barra emula al Estadio de La Luz de Lisboa y el establecimiento está forrado de los colores rojiblanco, de fotos y de camisetas de jugadores portugueses. Tienen un buffet de pescado y ensaladas a 10 euros que no hay que perderse. Espléndidas las sardinas asadas, fresquísimas, así como los chocos y las doradas recién salidos de la brasa que los camareros no dejan de ofecernos desde que ocupamos una de las mesas en el patio. Difícil entender dónde obtienen el margen de beneficios. Maravillosas también las ensaladas (lechuga, tomate y cebolla). Como el completo surtido de postres caseros, espléndido, sobre todo las tartas de yema y la de clara de huevo, muy típicas del lugar, que también pueden encontrarse en la Tavirense, una pastelería-cafetería situada frente al antiguo cine teatro Antonio Pinheiro, en el centro de la ciudad.
En las afueras, bañado por el río y muy cerca del embarcadero donde se coge el catamarán para atravesar a las playas de la isla de Tavira, hay varios restaurantes. Puedo hablarles de dos de ellos. En el primero, A Cocinha da Vovó, estuvimos a punto de ser devorados por una plaga de mosquitos kamikazes que nos impidieron disfrutar más de una rica ensalada de pulpo, un pargo y unos calamares a la plancha que en otras circunstancias hubieran conformado una estupenda cena. Tocó cenar rápìdo, pedir la cuenta y salir pitando.
Más grata fue la experiencia en Quatro Aguas, una marisquería próxima. No necesariamente porque el almuerzo fuera mejor, sino que el tiempo acompañaba más. Allí disfrutamos de una espléndida sapateira, un buey de mar relleno, fresco y magníficamente bien condimentado y acompañado de un vino blanco de la región.
Otra versión estupenda la encontramos al día siguiente en Sal, uno de los muchos restaurantes a pie de playa en la Ihla de Tavira, donde, además de la típica sapateira, por fin pudimos disfrutar de un buen guiso de arroz de polvo (arroz con pulpo) y de unas estupendas sardinas asadas.
De Faro, la capital del Algarve, además de un muy aconsejable paseo en barco y otro a pie por el centro histórico, recomendaría visitar la espectacular tienda que la firma portuguesa de conservas Comur tiene en pleno centro comercial. Además de una variadísima gama de latas con todo tipo de productos del mar, ofrecen tostaditas con degustaciones con las que poderse hacer una idea de su calidad.
Es poco menos que imperdonable visitar el Algarve y no disfrutar unas horas de la magnífica Praia da Rocha, en Portimao. Ancha y larga, está habitualmente llena de gente, pero inexplicablemente su ambiente tranquilo y relajado no se ve alterado. El respeto con el que los portugueses saludan la llegada de miles de turistas se manifiesta en escenas como a la que me refiero, miles de personas compartiendo un mismo espacio pero que no dificultan en absoluto poder disfrutar de una buena lectura o hasta una siesta. Si acaso, el eco lejano del vendedor de bolinhas, unas deliciosas berlinas rellenas de crema o chocolate, rompe el silencio de la tarde.
En el hotel rural nos han recomendado una visita al restaurante Bacalhoada. Es un piintoresco establecimiento marinero situado en la calle Largo da Barca. Como su propios nombre indica, el bacalao es su especialidad. Lo tomamos frito (un prodigio de técnica) y en un soberbio guiso de arroz en el que también hay algunas gambas. Menos gracia me hacen los langostinos, grandes y duros, pero carentes del sabor y la jugosidad de los que se estilan por Sanlúcar.
Un establecimiento menos turístico y nada vistoso lo encontramos en Sao Bras de Alportel. Es la Churrasqueira Paraíso “Luis dos Frangos”. Un asador en medio del pueblo en el que los clientes se sientan en grandes mesas corridas. Nada idílico desde luego. Allí echan de comer, pero todo es de una enorme calidad. Desde las ensaladas hasta las riquísimas patatas fritas caseras, tiesas por fuera y cremosas por dentro, sin olvidar al rey de la casa, el pollo asado. Lo presentan debiamente troceado y especiado en una gran bandeja ovalada. Fundamental comer los trozos con las manos. Merece la pena desviarse de la ruta habitual.
En realidad, la lista de establecimientos es interminable. Como todo sitio turístico, en el Algarve la oferta es extensísima, pero si acuden a estos establecimientos seguro que no se equivocan.
Muito obrigado.