'Sin alcohol no podemos vivir', por Pepe Belmonte

Murcia

JUVENTUD, DIVINO TESORO.

“Sin alcohol no podemos vivir”. Lo ha declarado, a la 7 Televisión, una veinteañera que fue entrevistada a propósito del cierre de los bares y de los locales de copas.

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Otros, de parecida edad, añaden que, ante tal disposición, cuyas razones no parecen entender en absoluto, lo normal, lo apetecible, lo que va a suceder, es que proliferen las fiestas clandestinas, los botellones y otros modos de burlar la vigilancia y exponerse así, tan ricamente, al virus.

Lo bueno del asunto, lo más positivo de esa actitud tan irresponsable y estúpida, es que esa chica –al menos, eso es lo que quiero pensar- no representa a toda la juventud, mucho más sana e imaginativa, y puede que ni siquiera a sí misma, llevada por un ataque de bravuconería y soberbia.

El lado malo, ya lo saben. Estos muchachos tienen la consideración de sí mismos de ser inmortales y se sienten capacitados para dictar las normas que les vengan en gana, sin tener en cuenta las consecuencias para ellos mismos, para su familia, para sus abuelos y abuelas, que no les van a negar un beso, un buen abrazo cuando vuelvan a casa, firmando así, con ese emotivo gesto, su propia sentencia de muerte.

EL AEROPUERTO NO DESPEGA.

De nuevo, Unidas Podemos vuelve a poner la voz discordante y a dar la nota con el asunto del nombre del Aeropuerto de Corvera.

Cuando ya parecía que se había firmado la paz entre todos los partidos y había el suficiente consenso para que se llamara “Juan de la Cierva”, el partido de Iglesias y de Monedero apela a la Ley de Memoria Histórica y se opone tajantemente a que lleve el nombre de uno de los murcianos más ilustres de nuestra Historia.

Se quejan, sin embargo, amargamente, de que en Madrid, con igual arbitrariedad, con el mismo criterio partidista, retiren las placas con los nombres de insignes republicanos y notables hombres de izquierda, como Largo Caballero o Tierno Galván.

En la calle, la sensación de la gente sensata es que la política es un juego de mequetrefes que jamás atienden los requerimientos de quienes les votan. Bernard Shaw, el dramaturgo de fama universal, tan universal como el propio Juan de la Cierva, ya dejó escrito que “los pañales y los políticos han de cambiarse a menudo… y por las mismas razones”.

Pepe Belmonte