Resulta paradójico que los jueces, ahora que la pandemia da sus últimos coletazos, dejen hacer

Bilbao

El ocio nocturno, las reuniones de grupos, la hostelería, los paseos por la playa sin mascarilla, los aforos en el deporte...el juez Garrido se convirtió durante las fases más duras de la pandemia en la esperanza a la que asirse para sortear las restricciones del Gobierno. Tumbaba todas las recurridas. No la sala de lo contencioso, sino su presidente y ponente, al que todos pusimos cara, en buena parte porque los ataques del Gobierno tras los reveses judiciales se concentraron en él.

Ayer, cuando la sala avaló la prohibición de comer y beber en el cine, no hubo críticas del Gobierno...aunque más de uno interpretó que estas, la presión, por fin, estaban surtiendo efecto. Los dos últimos autos de la sala que preside Garrido han dado la razón al gabinete Urkullu. Archivó el último recurso de la Liga y denegó las cautelares a los cines.

La clave igual está en que Garrido no ha sido el ponente en ninguno de esos autos. El de ayer lo firma Lamo de Espinosa y el anterior Trinidad Cuesta. Eso sí, no deja de ser paradójico que cuando más arreciaba el virus y más sentido tenían los criterios médicos, se impusiera el de los jueces. Y ahora que da sus últimos coletazos, dejen hacer.