¿Cuáles eran los oficios de las mujeres en la costa vasca en el siglo XIX?
Nuevo capítulo de 'Bizkaia a través de la historia' con la historiadora del Arte y filósofa Isabel Mellén. Los trabajos relacionados con el mar y la pesca fueron desempeñados por mujeres. Mano de obra no cualificada y obligadas a compaginar el trabajo con las tareas del hogar.
Bizkaia a través de la historia | Los oficios femeninos en la costa hace dos siglos
Bilbao
La realidad laboral de las mujeres vascas hace dos siglos dista mucho de ser ideal o reconocida. La situación en la costa es la misma que en el interior, mujeres realizando todo tipo de tareas y trabajos al mismo nivel que los hombres pero con una gran diferencia salarial y por supuesto de reconocimiento. Isabel Mellén, historiadora del Arte y filósofa, desgrana en este nuevo capítulo cómo a través de los "gremios, se procuró que las mujeres no accediesen a puestos relevantes ni fuesen jefas de taller, por lo que, salvo aquellas que lograron encontrar subterfugios o salvar todos los obstáculos, generalmente constituían mano de obra barata y poco cualificada."
¿Qué ocurrió en 1836?
En 1836 se liberalizó mediante leyes el mercado de trabajo y se acabó con la estructura gremial del trabajo, lo cual, en teoría, dejaba más margen a las mujeres para poder participar en la vida laboral, pero eso no implicó grandes ventajas para ellas, ya que los oficios a los que podían acceder en la práctica se redujeron. "Dentro de la estructura gremial habían trabajado en los mismos oficios que los hombres sin el reconocimiento y los privilegios, pero estas leyes que liberalizaban el mercado de trabajo trajeron consigo también otras leyes en las que se regulaba duramente el trabajo femenino". Isabel recuerda en 'Hoy por Hoy Bilbao Bizkaia' que "en una ley anterior promulgada por Carlos III, de 1779, se proponía que las mujeres cosieran o hiciesen botones para ganarse el dinero de la dote y realizasen tareas acordes a sus capacidades, que siempre eran, según la mentalidad del siglo XVIII y XIX, muy inferiores a las de los hombres". Los oficios recomendados para las mujeres eran muy limitados y, de hecho, estaba mal visto que trabajasen en la fábrica y fuera del hogar, asociándose estos oficios en el caso de las mujeres con peligros para su propia moralidad y con un problema social que podía equipararse al alcoholismo. Sin embargo, según fue avanzando el siglo XIX la división del trabajo por género fue triunfando a través de las leyes y de los estereotipos, como el del ángel del hogar, según el cual las mujeres debían consagrarse a los cuidados y los hombres atender las necesidades económicas de la familia con un trabajo. Esto no implicó que todas las mujeres se quedasen recluidas en sus hogares, sino que más bien sus trabajos, que seguían siendo necesarios para mantener a las familias, se devaluasen todavía más, estuviesen peor pagados, fuesen más inestables y considerados siempre accesorios al sueldo principal del marido.
Los trabajos femeninos de la costa
En la zona costera, Isabel relata cómo los trabajos relacionados con el mar y la pesca fueron en gran medida desempeñados por mujeres, aunque tenían que compaginarlos con las tareas del hogar, el cuidados de hijos y otros miembros de la familia, y además debían competir constantemente con los hombres para conseguirlos. Fueron en su mayoría mano de obra no cualificada por el nulo o mal acceso a la educación femenina de la época, que no contemplaba una salida laboral para las mujeres, y mal remunerada. Por este motivo, fueron también las primeras en perder sus empleos según la mecanización iba irrumpiendo en el panorama laboral y las máquinas fueron realizando algunos procesos. Pero desgranemos los oficios más habituales en la costa según las investigaciones de Mellén:
1.- Bateleras
Uno de los oficios relacionados con el mar que más tradición tenía en su desempeño femenino fue el de las bateleras. Desde el siglo XVII tenemos noticia de su existencia gracias a los libros de viajes, en los que viajeras y viajeros de toda Europa relataban cómo en sus txalupas llevaban personas de una orilla a otra, acarreaban todo tipo de cargas y animales y también gobernaban gabarras para transportar las mercancías desde los puertos hasta los buques más grandes. También se encargaban de ayudar a los barcos grandes a entrar a puerto y a remolcarles desde sus txalupas.
Estas barcas eran llevadas normalmente por tres mujeres: dos a los remos y una al timón. Algunas realizaban viajes y transportes entre puertos cercanos. Algunas descripciones nos dicen que vivían juntas en casuchas a orillas de la bahía y que constituían auténticos grupos de convivencia femenina, donde las más jóvenes obedecían a las más mayores dentro del oficio. Eran consideradas por algunas fuentes mujeres muy varoniles e incluso las llegan a identificar con las figuras de las amazonas.
Las bateleras de Pasaia fueron de las que más renombre alcanzaron e incluso estuvieron sirviendo durante la Guerra de la Independencia acarreando munición, armas y soldados. Se cuenta que incluso algunas de ellas perdieron sus barcas debido al peso que se trató de poner sobre sus txalupas en estos transportes.
La popularidad de las bateleras las convirtió en una figura literaria muy edulcorada, llegando a protagonizar algunas obras de teatro, como la que escribió Bretón de los Herreros en 1848. En obras de este tipo las convierten en mujeres elegantes y finas que manejan con maestría sus barcas, identificándolas incluso con hijas de Neptuno. Sin embargo, la realidad era bien distinta, puesto que se trataba de mujeres con brazos y piernas muy musculadas debido al esfuerzo físico que debían realizar y curtidas por el mar y el sol. El oficio de batelera, predominantemente femenino, desapareció en el siglo XX por la competencia masculina, que expulsó progresivamente a todas las mujeres de este tipo de trabajo.
2.-Sirgueras
Los barcos grandes no podían entrar a puerto con facilidad y muchas veces era imposible acercarlos al lugar de descarga. En esos casos se arrastraba la mercancía en grandes gabarras que eran remolcadas con sirgas o cuerdas por mujeres desde la orilla. Esta labor de tiro se realizaba por filas de mujeres que se ataban las cuerdas al cuerpo y era de las más duras y desagradecidas que se realizaban en los puertos. Los lugares más frecuentes donde se las podía ver eran los puertos de Pasaia, Bilbao y Rentería. Tuvieron que sufrir el estigma social, puesto que, además de cobrar muy poco, su profesión se consideraba inmoral y tenían fama de camorristas y pendencieras. Se pedía por cuestiones de decoro que se prohibiese ese trabajo para las mujeres y que fuesen sustituidas por animales como caballos o burros. Era un oficio que sólo desempeñaban las mujeres más pobres para, en ocasiones, poder comer al día y los accidentes laborales eran frecuentes, puesto que se podían caer al agua con facilidad.
3.-Cargueras
Muy relacionadas con las bateleras, encontramos a las cargueras, encargadas de las tareas de carga y descarga. El oficio de carguera era también mayoritariamente femenino, al menos tal y como nos lo describe un viajero italiano que recorrió Euskadi en el año 1778. Según este testimonio las mujeres cargaban con 6 o 7 arrobas sobre sus cabezas y afirmaba que caminaban todas ellas derechas y no había ninguna encorvada por el trabajo. Además, era un trabajo en el que se exigía mucha rapidez y existía mucho riesgo debido a las frecuentes caídas sobre un suelo mojado sobre el que tenían que moverse con mucho peso y a toda velocidad.
En la costa de Bizkaia era muy frecuente la descarga de carbón y bacalao, el oficio pasaba de madres a hijas y el ayuntamiento era el encargado de reglamentarlo. Cada vapor que llegaba al puerto era descargado por unas 70 mujeres de todo tipo y edad, desde mujeres embarazadas hasta ancianas y niñas jóvenes.
Algunas de ellas lograron incluso llegar a ser capatazas y dirigir las descargas de los barcos. Entre las más célebres contamos con Trinidad Sañudo Leñero, que trabajaba habitualmente en los muelles de Uribitarte a pesar de haber tenido 5 hijos. Llegó a ser capataza y en las romerías solía poner un puesto de guisos de bacalao que tenía mucho éxito debido a que era muy buena cocinera.
Como casi todas las mujeres que se dedicaban a oficios duros y de fuerza fueron denigradas por la prensa y por otros obreros, que las consideraban desvergonzadas, gritonas, inmorales, grotescas, blasfemas y en las antípodas de lo que consideraban que debía ser la feminidad. Otra de las críticas que recibían era que ganaban un sueldo demasiado alto para ser mujeres, lo cual hacía complicado encontrar mujeres dispuestas a realizar otros oficios, como el de criada.
4.-Neskatillak
Eran las mujeres que atendían las necesidades de los barcos pesqueros desde el puerto. Normalmente estas neskatillak, como eran conocidas en Bizkaia, eran las esposas o parientes cercanas del patrón del barco y se encargaban de tareas como remendar las redes, aprovisionar al barco de provisiones (agua, bebida y alimentos), pesar el pescado antes de llevarlo a la subasta, llevar la contabilidad… En definitiva, todo aquello que pudieran precisar las embarcaciones una vez llegadas a puerto. Cobraban una cuarta parte de lo que cobraban los pescadores.
5.-Benterak y sardineras
Las benterak eran figuras muy similares, que se encargaban de la venta del pescado en las subastas de la lonja. Eran empleadas fijas de la cofradía de pescadores y cobraban un 7% de lo subastado en los muelles. En cuanto a la venta al por menor, se encargaban de ella, generalmente, las esposas de los pescadores. La principal mercancía que solían vender eran las sardinas. Las sardineras de los alrededores de Bilbao iban a la ciudad con la carga sobre sus cabezas para venderla por las calles. Salían antes del amanecer desde puertos como Santurtzi para llevar a primera hora de la mañana lo pescado durante la noche. Recorrían con la carga sobre sus cabezas unos 16 km a pie tardando aproximadamente unas dos horas en realizar el recorrido y se trataba de toda una carrera, puesto que la que primero llegaba vendía antes y más caras las sardinas. Solían ir descalzas. Al grito de “sardiña frescue” iban atrayendo la atención de la clientela, que se asomaba a los balcones y regateaban el precio hasta llegar a un acuerdo. Cuando eso sucedía el cliente bajaba y se producía la compra.