Futbolista con padre (o madre)
La opinión de Iñigo Markinez sobre la escalada de la violencia en el fútbol base
Futbolista con padre (o madre)
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Bilbao
La gran mayoría de esos niños (y ahora también niñas) que cada fin de semana se visten de corto con los colores de sus equipos y se disponen a jugar un partido de fútbol, aspiran a “cuando sea mayor” a jugar en el Athletic. Les gustaría parecerse a Sancet, a Nico Willliams o a Unai Simón. También a Ane Azkona, a Paula Arana o a Ohiane Valdezate. Acuden cada fin de semana al campo de Artxanda, a Maiona, a Ibaiondo, a Sarriena o a Ibarsusi con la intención de ganar el partido, pero, sobre todo, de pasárselo bien con sus amigos.
El problema es que muchos de esos niños forman parte de un grupo nocivo para el deporte: “futbolista con padre”. La culpa no es de ellos. Toda la ilusión con la que acude el niño al campo de fútbol no le llega ni a la suela de los zapatos a la que tiene el padre. Porque si el niño desea jugar algún día en el Athletic, el padre se lo cree. Vamos, está convencido que algún día verá desde la tribuna norte de San Mamés cómo debuta su hijo vestido de rojo y blanco. Es más, sueña con que ese día le marcará un gol al Madrid, y así podrá presumir de hijo en el txoko.
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Padres con espíritu de entrenador
Cree que su hijo es el mejor (eso no está mal), pero también piensa que tiene que sacar el córner y rematarlo, lanzar los penaltis, sacar todas las faltas y meter todos los goles. Le indica por dónde tiene que jugar, aunque su entrenador le haya dicho lo contario, cómo tiene que golpear a la pelota y a quién no tiene que pasar nunca el balón. Además, ¿quién es el entrenador para decirle a su hijo como tiene que entrenar o que jugar?
Se enfada con los compañeros de su hijo si no le pasan la pelota, insulta al árbitro si no pita el empujón que le han dado a su criatura y no se corta en partirse la cara con un padre rival si llega el momento. Y todo eso ante la presencia de unos niños, en especial el suyo, que mira avergonzado el comportamiento de su aita.
La Federación Vizcaína se plantea expulsar a los padres y madres del fútbol base por la creciente violencia: "La situación de los árbitros es preocupante"
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Ningún campo se libra
Según señala la Federación bizkaina de fútbol, a los padres se les han sumado las madres. No todos ni todas, que no conviene generalizar. Pero cada día se incrementan los actos de violencia por los comportamientos incívicos de algunos (y de algunas).
Este problema afecta, sobre todo, a los niños, porque las niñas no tienen un futuro mediático y los padres no confían en el futbol femenino para hacerse millonarios. Se ha llegado a tal punto que no sería extraño que un partido de infantiles entre La Merced y el Moraza, o uno de benjamines entre el Ugeraga y el Kalero, o uno de cadetes entre el Danok Bat y el Santutxu se juegue en un futuro próximo a puerta cerrada. Y todo ello por el comportamiento de unos padres (y madres) que flaco favor hacen al deporte, pero menos aún a sus hijos.