Andrés Muñoz, víctima de la campaña de ETA contra la autovía de Leizaran

Vitoria-Gasteiz

Andrés Muñoz y Valentín Martín eran artificieros del Cuerpo Nacional de Policía. El 12 de junio de 1991 a las 19 horas les avisaron de un paquete enviado con dirección errónea y remite falso a Jesús Gallego, presidente de Construcciones Atocha S.A., una de las adjudicatarias de la autovía de Leizaran, a cuya construcción se oponía ETA. El paquete fue devuelto a las oficinas de transporte Servitrans, en el barrio madrileño de Vallecas. Los dos agentes acudieron allí y se disponían a llevar el paquete al furgón, para desactivarlo, cuando les estalló y les causó la muerte.

Muñoz tenía 51 años, estaba casado y era padre de seis hijos. Una de ellos es Mónica. Tenía 21 años cuando murió su padre. Le recuerda como "un tío muy echado para adelante, con mucho carácter, un hombre cariñoso y ahora, como un héroe, porque mi padre se fue una mañana a trabajar y ya no volvió".

Pese a que era artificiero de los TEDAX, una profesión de mucho riesgo, la familia nunca pensó en que podía costarle la vida. "Nunca piensas que le va a pasar nada, porque, si no, es horrible. Pensábamos que nunca les iba a llegar ese momento de tener que desactivar una bomba de verdad, porque era la primera vez que fueron". Recuerda Mónica que una semana antes del atentado que le costó su vida, en una conversación familiar "no sé por qué salió el tema y mi padre dijo: "A mí si me pasara algo, me gustaría que me enterrarais en Navaluenga (donde había nacido)". Le dije: "Anda, anda, papá, cuando te pase, ya veremos..." Y a los diez días fue el atentado".

El 12 de junio de 1991, Mónica se levantó para ir a su trabajo en un centro de discapacitados. "Mi padre estaba en la cocina y me dijo: "Moni, se me ha estropeado el coche". Pero yo soy muy nerviosa y le dije: "Mira papá, no te puedo dejar mi coche porque mira qué horas son". "Venga", me contestó, "no te preocupes, que me llevo el de tu hermano". No me acuerdo si le di un beso o no. Yo me fui a trabajar y, por la tarde, cuando salí de trabajar, me fui con una amiga a un centro comercial. Y cuando llegamos a su casa puso Telemadrid. Informaron de que había habido un atentado en Madrid. Entonces yo le dije a mi amiga: "Mi padre está de servicio; no creo que haya pasado nada". Y en ese momento me llamó otra amiga y me dijo: "Mónica, vete para tu casa". En el trayecto yo iba diciendo: "No ha pasado nada, no ha pasado nada, está bien, todo está bien". Y, cuando llegué, vi a mi hermano que estaba esperando en medio de la carretera. Me fui a por él y le dije: "David, a papá no le ha pasado nada, ¿verdad?". Y me dijo: "Mónica, a papá le han matado". Me puse a llorar, a gritar. Nos fuimos a Canillejas, que era donde estaba la capilla ardiente. De esa noche me acuerdo del padre de Valentín encima del ataúd toda la noche diciendo: "Hijo, nada más que hay justicia para los asesinos y los delincuentes".

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A partir de aquel día, empezó "una nueva vida" para la familia. Mónica valora que se unieron mucho. "Hicimos una piña y necesitábamos hablarlo mucho". 34 años después, sin embargo, ahora está "muy indignada, desilusionada, cabreada, rabiosa y creía que esas cosas las había medio superado". La causa está en la llamada que recibió hace mes y medio para comunicarle que iban a conceder el tercer grado a Juan José Narváez Goñi (uno de los etarras condenados por el envío del paquete bomba). "Me vine abajo. Es otra vez volver a vivir lo que viví ese 12 de junio", cuenta Mónica, que en su perfil de whatsapp muestra "Ni olvido, ni perdono, papá te quiero". "Es que es una lucha continua. Mi padre perdió la vida. Esa muerte y la de muchos, como que no vale para nada y duele mucho".

Como presidenta desde 2023 de la Asociación Plataforma de Apoyo a las Víctimas del terrorismo, Muñoz pide a la sociedad "que no olvide que ETA ha matado durante más de 50 años a casi 1.000 personas, entre ellos muchos niños. Y que nos afecta a toda la sociedad".

16 TEDAX víctimas del terrorismo

Andrés Muñoz era artificiero o TEDAX, Técnico Especialista en Desactivación de Explosivos, una unidad policial que se creó en 1975, que ha intervenido en más de 350.000 incidentes con bombas, salvando muchas vidas, en algunas ocasiones, a costa de la suya propia. José María Antón también era artificiero, compañero de Andrés en el mismo curso de TEDAX, ha sobrevivido a varios atentados y actualmente preside la Asociación de Víctimas del Terrorismo de Extremadura.

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Antón recuerda que 16 compañeros artificieros han fallecido como consecuencia de atentados terroristas. "Una proporción muy elevada, teniendo en cuenta el número que somos, unos 240 en España", opina. El exartificiero explica cómo se debían enfrentar a trampas específicas de los terroristas: bombas lapas dobles, sedales, bombas ocultas en libros, "incluso cuando creías haber desactivado un artefacto, tenías otra trampa dentro. Entonces, ibas quitando, eliminando trampas...y así quitar hasta tres o cuatro artefactos de cierta consideración". Cuenta Antón que "aunque hiciera frío, sudabas. Sudas, pero mantienes la calma o el raciocinio para seguir avanzando y tratando de evitar un daño grave".

Antón elogia la preparación de los artificieros de la Policía nacional y la Guardia civil. "En España, por suerte o por desgracia, tuvimos que trabajar mucho, sobre todo, en el País Vasco, Navarra y Madrid". Los TEDAX están preparados técnica y psicológicamente para asumir riesgos, "lo que pasa es que no estamos preparados para que nos maten".

¿Por qué nunca grité: No en mi nombre?

La reflexión final de 'La ventana de la memoria' la firma Maite Leanizbarrutia, miembro de 'Gogoan-por una memoria digna'. Leanizbarrutia defiende que "los tentáculos de ETA contaminaron lo mejor que teníamos; nuestros valores, la convivencia, los movimientos sociales, la cultura, la política". "Y nosotros mismos, que, tal vez, no tuvimos una palabra de cariño o una mirada compasiva hacia el vecino machacado por una violencia, que pretendía doblegar a esta sociedad.¿Por qué nunca grité: 'No en mi nombre'? ¿Qué nos pasó?"

A partir de aquí, Leanizbarrutia se pregunta si queremos cambiar y sanar. "Para mí es absolutamente necesario. Y tengo claro que nos ayudaría a sanar el que en cada colectivo aludido se promoviera una reflexión a la luz del testimonio de una víctima. También, en las instituciones y en las academias de policía y militares, donde llevaría la voz de las que sufrieron la guerra sucia y las torturas. Para que quede claro que a la violencia y al terror no se le responde con más violencia y más terror, sino con el derecho y la justicia".

"Porque las víctimas que han sido acalladas y despreciadas durante décadas pueden ser vacuna y antídoto. Cuando seamos conscientes de todo el daño sufrido y tomemos conciencia de ello, no querremos olvidar o guardaremos en la memoria para transmitirlo a la gente joven, como herramienta que les ayude a construir un futuro mejor".

'La ventana de la memoria'