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Los restos del franquismo en Mérida a través de sus calles y simbología

Este 20 de noviembre, aniversario de la muerte de Franco, repasamos los vestigios de la capital extremeña

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REPORTAJE - 20N EN MERIDA CALLES Y SIMBOLOS DEL FRANQUISMO

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Ser Mérida

Hoy, 20 de noviembre de 2025, se cumplen 50 años del fin de una parte de la historia más oscura de nuestro país y el inicio de la construcción de la democracia que hizo avanzar a España.

De la publicación firmada por Juan Carlos López Díaz, del Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida bajo el título 'El periodo franquista en Mérida (1936-1975)', podemos extraer las siguientes palabras: "Mérida cayó en manos sublevadas el 11 de agosto de del 36, casi al inicio de la contienda civil que se extendería los siguientes tres años. Es decir, la implantación del nuevo régimen, así como la plasmación de su simbología y valores, fue un ejercicio en el que los rebeldes pudieron emplearse sin contestación alguna desde ese año de 1936 en la ciudad".

En Mérida, el Franquismo en la ciudad fue una etapa que se caracterizó por la opresión y el control, siendo Mérida escenario de intensos combates y una ciudad que sufrió la represión de más de 600 republicanos". Además, Mérida fue una ciudad que se adelantó en la eliminación de la simbología que perpetraba el recuerdo de la represión. Sucedió así en cuanto a la nomenclatura del callejero emeritense, unos nombres que se modificaron según la época política que se vivía tanto en la ciudad como en el país.

Las calles de los tenientes y generales

José Antonio peñafiel, director del archivo municipal y la biblioteca pública Juan Pablo Forner de Mérida, ha estudiado el callejero del casco histórico de la capital extremeña y ha podido constatar que el cambio de nombres que se realizó con motivo de la Segunda República se volvió a modificar para crear las calles de los generales y tenientes. Calles que seguramente a todos suenan, como la rambla Santa Eulalia, Plaza del rastro, calle Almendralejo o Camilo José Cela. No siempre fueron así, aunque en el caso de Rambla Santa Eulalia y Plaza del Rastro, recuperaron a partir de 1982 su nombre anterior al franquismo y la república, último nombre que tuvieron antes de 1931. Entre medio, la rambla llevó el nombre del General Azaña y del propio General Franco durante la república y el régimen; en cuanto a la Plaza del Rastro, vistió nombres como Alejandro Lerrous y General Mola.

Hoy día se mantienen nombres con matices políticos sólo en dos de ellas, pero pasan completamente desapercibidas. Tanto la Plaza de España, denominación genérica de todas la plazas de las ciudades conforme avanzaban las tropas de franco, y la calle Oviedo, relacionada con el asalto y toma de la ciudad en 1937.

Vestigios franquistas

El uso de símbolos conformadores de una memoria colectiva, fue también unívoco, pero también se procuró el uso de espacios significados para inscribir nombres o enseñas, como las de José Antonio Primo de Rivera en la fachada de los templos cristianos.

El 26 de septiembre del año 2016, comenzaron los trabajos de eliminación de la inscripción de José Antonio Primo de Rivera de la fachada de la concatedral de Santa María de Mérida, una acción que se llevó a cabo como compromiso por parte del ayuntamiento y en cumplimiento también a la Ley de Memoria Histórica, unos trabajos que, además, contaron con el respaldo del consorcio de la ciudad monumental de Mérida.

Pero antes, en el año 2001, la basílica de Santa Eulalia tapó la inscripción de Primo de Rivera de su fachada y llevó a cabo la instalación del cartel por el jubileo del milenio con la inscripción 'In Memorian Año Jubilar 2000'.

En cuanto al resto de simbología, a día de hoy aún quedan vestigios de aquella época en la capital extremeña, unos símbolos que reflejan esa memoria colectiva en elementos como las placas del Ministerio de la Vivienda de entonces que se colocaban en las fachadas de viviendas o bloques construidos con financiación estatal, y que aún hoy se pueden ver en algunos edificios de la barriada de la Sindicales. Peñafiel explica que, aunque su estudio se centra en el casco histórico de Mérida, sí que se pueden apreciar esta simbología en las barriadas e, incluso, recuerda haberlas visto hasta no hace mucho tiempo en el propio centro de la ciudad.

La imposición de una memoria determinada era, como hemos visto, una actuación necesaria para el franquismo. Crear una mitología y un simbolismo con los que aquietar los ánimos de parte de la masa social era imprescindible. Pero la implantación de un régimen totalitario (devenido después en autoritario) requería de otra serie de actuaciones menos contemplativas. La eliminación de los enemigos había sido paralela a la guerra, y continúo tras la misma.

"En Mérida, la respuesta institucional a la muerte del Caudillo, tuvo lugar 12 días después de producirse aquella, y a decir verdad no fue especialmente significativa. Al final de la sesión del Pleno, se leyó un manifiesto de sentimiento de la Corporación, que hacía extensivo a la ciudad, ante la muerte de “S.E. el Jefe del Estado, generalísimo de los Ejércitos y Caudillo de España, don Francisco Franco Bahamonde”, quien había prestado una vida de servicio a España con logros “transcendentales” para la misma".

"Formulismos protocolarios que dieron paso inmediato a la salutación al nuevo poder, el rey Juan Carlos I, al que los ediles emeritenses mostraban “ferviente adhesión”, en su nombre y en el de la ciudad".

 

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