La última barrera privada a una Europa sin fronteras interiores está en un pueblo extremeño: "El acuerdo de Schengen nos cerró el paso a Portugal"
Los habitantes de Cedillo (Cáceres) viven desde hace décadas incomunicados con sus vecinos de Montalvão, en Portugal, por culpa de una presa gestionada por Iberdrola, que la eléctrica se niega a abrir a la circulación. Tras años de quejas, el gobierno luso construirá un nuevo puente internacional con fondos europeos en el tramo de la raya hispano portuguesa más extenso sin ningún tipo de paso fronterizo
Reportajes SER | La única frontera privada de Europa que aisla a un pueblo extremeño
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Cedillo (Cáceres)
José Churro, Pedro Pito, Francisca Pelotas, Manuel Sic-Sac, Ana Patata… todo mote tiene su historia. Algunas de ellas son crueles, otras divertidas y otras, sencillamente, inexplicables. Hace ya unos cuantos años en Cedillo, un pueblo extremeño rodeado por el norte, el sur y el oeste de Portugal, decidieron hacer una guía telefónica municipal que, lejos de clasificar a los vecinos de manera tan aburrida como lo hacían las Páginas Blancas, los clasificara por sus motes. Cuentan los vecinos que así era mucho más práctico para ellos porque muchos ni siquiera se conocen por su nombre de pila. Y es que claro, en España somos originales en muchas cosas, pero no en los nombres. Según los datos del INE, Antonio y Manuel en los hombres, y María del Carmen y María en las mujeres, son los nombres que más se repiten. En los apellidos pasa lo mismo. Los García, Rodríguez y González se cuentan por millones. En Cedillo nada es lo que parece. A pesar de que las calles tienen también sus nombres oficiales, los vecinos han decidido rebautizarlas: La calle Hernán Cortés es la de Toñín y el Comandante Carrillo ha perdido esta batalla lingüística contra Juana, que tuvo una tienda de alimentación allí durante décadas, pero ya está jubilada. La guía municipal de Teléfonos de Cedillo recoge 119 números, repartidos en 26 páginas y tiene un tamaño de letra bien grande para que hasta los vecinos que más graduación necesiten en sus gafas pueden buscar a un contacto. En torno a una Comic Sans tamaño 16, con doble espacio. Con el paso del tiempo la guía se ha ido quedando desactualizada. Muchos vecinos todavía la conservan en el recibidor de sus casas, pero están llenas de correcciones a lápiz por gente que se ha mudado a otro pueblo, notas al margen con los números de teléfono móvil y tachones sobre los nombres de personas que ya han fallecido.
En el pueblo de los motes la gente cambia, pero los problemas siguen siendo los mismos. Cedillo es el centro geográfico entre Madrid y Lisboa, pero quien viaja a este pueblo extremeño lo tiene que hacer expresamente para eso porque no se puede ir más allá, excepto los fines de semana. Es, por decirlo así, un Finisterre extremeño. El tramo comprendido entre las localidades de Valencia de Alcántara y Piedras Albas es el tramo de la raya hispano portuguesa más extenso sin ningún tipo de paso fronterizo. Y ahí, en el medio, está Cedillo, incomunicado.
Hasta que en 1968 se empezó a construir la central hidroeléctrica de Cedillo, el intercambio comercial y humano con la vecina localidad portuguesa de Montalvão (Nissa, Alto Alentejo) era constante. Españoles y lusos se juntaban para jugar al futbol, se casaban, iban a las fiestas de los pueblos etc… pero entonces, subió el nivel del agua y dos pueblos que están a apenas 10 minutos en coche quedaron separados e incomunicados para siempre. Cruzar la frontera este punto es un lío que no aclara ni Google Maps ni Waze: desde las 10 de la noche de los domingos hasta las 10 de la mañana de los sábados, de Cedillo a Montalvão se tarda más de hora y media en coche. O eso, o ir en una pequeña barquita de remos "navegando" el río Sever. Pero, en el fin de semana, todo cambia: desde las 10 de la mañana de los sábados hasta las 10 de la noche de los domingos se tarda solo un cuarto de hora porque se abre a la circulación de vehículos la presa de Cedillo, que está gestionada por Iberdrola. “En su momento aquí se diseñó una central eléctrica en época de Franco y de Salazar. En aquella época, ellos eran muy celosos en su territorio, entonces se diseñó de “virado de costas”. La presa tiene sus dos estribos en Portugal pero las turbinas en España”, explica Antonio González, al que todos conocen como Boti, el alcalde de Cedillo desde 1987.
Iberdrola es la empresa encargada de la gestión de la presa de Cedillo pero se niega a abrirla al tránsito alegando “motivos de seguridad”. A pesar de que el pantano es propiedad del Estado, el Ministerio de Fomento dice que la presa es competencia de la empresa y que no puede hacer nada. Así que Iberdrola solo permite a los vecinos cruzar la frontera los fines de semana, dentro de un horario determinado, en coche y sin pararse. Pero no siempre fue así: “Esto todo surge en el año... cuando el convenio de Schengen este famoso, porque nosotros antes pasábamos por ahí. No había vigilancia ni había cámaras de seguridad, solo una alambrada mal puesta (…) El convenio de Schengen que abrió las fronteras en Europa, las cerró aquí”.
“Cuando hagan ese puente, yo ya no estoy"
A cambio de permitir el tránsito por la presa los fines de semana, el ayuntamiento e Iberdrola pactaron reforzar la seguridad de la presa. Desde entonces, con puntualidad británica, alguien de Iberdrola le da a un botón a distancia y la abre del lado español, pero el lado portugués no es tan tecnológico. Sergio no es policía, ni Guardia Civil ni nada por el estilo, pero es, junto a su padre, el encargado de vigilar la frontera hispano-portuguesa los fines de semana, cuando está abierta, y es quien tiene las llaves, literalmente, de Portugal en su casa. Él seguramente sea una de las pocas personas que tenga algo que perder si se construye el nuevo puente internacional: su trabajo como "guardián de la frontera".
Los vecinos llevan décadas conviviendo con una situación surrealista. Solo pueden ir al país luso los fines de semana en el horario establecido por Iberdrola, que en verano se amplía un poco. Hartos de esta situación el año pasado acudieron al Defensor del Pueblo para reclamar, una vez más, o que se abra la presa a la circulación sin límites o que se construya un nuevo puente internacional. En una petición que continúa alojada en change.org, el cedillero Armando Nevado implora ayuda por el "inaceptable estrangulamiento sentimental y laboral" que causa esta “situación injusta, deplorable e inadmisible”: "Es un escándalo que, avanzado ya el siglo XXI, Iberdrola, una empresa privada, tenga más poder que dos estados (España y Portugal) presuntamente soberanos, y se salte a la torera el Tratado de Schengen sobre libre circulación de personas y mercancías, firmado y en vigor desde 1995", sentencia Nevado en su texto. El asunto llegó el año pasado al Defensor del Pueblo que rápidamente dio la razón a los vecinos y señalaba en su informe que si la concesión actual no permitía abrir la presa al tránsito sin restricciones, habría que cambiarla. Francisco Fernandez Marugán, quien por entonces ocupaba el cargo, ni siquiera planteaba en su informe como solución alternativa la que finalmente se hará: la construcción de un nuevo puente. Y dejaba alguna reflexión sobre la elaboración de las políticas públicas que, seguramente, podríamos aplicar a miles de problemas en los que diferentes administraciones se pasan la pelota entre ellas: “Todo esto es inaceptable (…) el debido planteamiento y tratamiento de los problemas ciudadanos no puede comenzar por el final, ni consiste primordialmente en buscar argumentos para desentenderse de ellos y que sean otros quienes se ocupen”.
Hubo unos años en los que la construcción del dichoso puente parecía estar cerca. Tanto que incluso se llegó a colocar un cartel en el que se podía leer infraestructura prioritaria. El proyecto estaba hecho, el presupuesto aprobado (La Unión Europea iba a financiar el 75% del proyecto) y solo faltaba ponerse manos a la obra, literalmente. Pero entonces, en 2011, llegó la crisis económica, el color político de la Diputación de Cáceres cambió y la obra no fue ejecutada. Lo que quedó de aquel intento es una carretera que acaba en el río. Una década después de aquel episodio, parece que todo va a ser diferente. Parece. En Cedillo los vecinos más ancianos ya ni se molestan ni en ser optimistas con respecto al futuro: “Cuando hagan ese puente yo ya no estoy acá”. Pero, lo cierto, es que el pasado 8 de septiembre, en el municipio portugués de Nisa, se firmaron los acuerdos transfronterizos para la construcción del nuevo puente sobre el río Sever que unirá Portugal y España a través de Cedillo, y que pagará el país luso con cargo a los Fondos Europeos de Recuperación y Resiliencia. Atrás quedan un reguero interminable de anécdotas y, por delante, cuatro años de obras que conectarán el Portugal y la España vaciados. Una población de más de 60.000 personas que viven en zonas marcadas por una crónica falta de oportunidades y que durante décadas han estado olvidadas en una esquina de sus países. Los fondos europeos que destinarán nuestros vecinos portugueses a esta infraestructura acabarán con una de las últimas y más absurdas fronteras de la Europa comunitaria y posibilitarán que en Cedillo sea posible, décadas después, volver a pasarse de la raya.
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Daniel Sousa
Es redactor en EL PAÍS Audio y colabora en ‘A Vivir que son dos días’ de la Cadena SER. Ganador del...