Cállate, por favor

Galicia

No es fácil no ser un bocazas en algún momento del día, del mes, del año. A lo largo de la vida todos estamos condenados a meter la pata, a molestar a alguien, a quedar en ridículo, a pasar una vergüenza horrible por nuestra culpa. No aprendimos a estar callados en el momento indicado. Otras veces dices algo en la tranquilidad de que lo haces discretamente, cuando nadie que no quieres te oye, y resulta que hay un micrófono abierto o un traidor escuchando, y también entonces estás jodido. Porque solo cada uno sabe lo que es capaz de decir o hacer cuando cree que nadie lo escucha o lo ve. A efectos de evitar la catástrofe, uno de los gestos más útiles ingeniados por el ser humano es ese con el que un amigo o un familiar te pide que te calles inmediatamente. Es una mirada fulminadora, acompañada de un levísimo movimiento de cabeza. Me acordé de ella al escuchar los audios de Cospedal y Villarejo. Al oírlos, pensé que, en efecto, es dificilísimo no estarse callado. Lo que ya parece más sencillo es no ser un sinvergüenza. Uso la sedosa palabra «sinvergüenza» por no emplear una más fea. Por suerte, mi mujer me acaba de fulminar a tiempo con la mirada.