A vivir que son dos díasLa píldora de Tallón
Opinión

Vivir entre costumbres

"Debemos suponer que en la costumbre hay un poder agazapado que vela por su inmortalidad, y al que de vez en cuando, sin embargo, es hermoso derrocar, y que la costumbre se desmorone y desaparezca"

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Galicia

Tener costumbres no deja de ser algo verdaderamente extraño, porque se trata de hacer cosas de la misma manera durante muchísimo tiempo, sin acabar hasta las narices. Sorprende que el fantasma del aburrimiento y el asco no las aplasten como a cucarachas más a menudo. Debemos suponer que en la costumbre hay un poder agazapado que vela por su inmortalidad, y al que de vez en cuando, sin embargo, es hermoso derrocar, y que la costumbre se desmorone y desaparezca. Ese hundimiento es hipnótico, casi emocionante; imposible apartar la vista de él. La escena del colegio mayor Elías Ahuja, en la que un estudiante llama putas y ninfómanas a las jóvenes del colegio Santa Mónica, justo enfrente, y a continuación se abren al unísono cincuenta persianas y aparece el resto de estudiantes jaleando las palabras del líder, deja una única cosa buena, o buenísima: que se acabó está costumbre de mierda en este colegio de mierda. Por supuesto, queda en pie aún un sinfín de deplorables costumbres, pero ir destruyéndolas una a una, lentamente, es un ejercicio ilusionante. Creo que podríamos convertirlo en una maravillosa costumbre.

 
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