Lucir lo que nos hace diferentes

Madrid

Podría parecer que llego tarde para hablar de la fiesta nacional del 12 de octubre, pero no es así, porque precisamente quiero hablar de eso, de la importancia de llegar tarde. Nuestra fiesta nacional es una celebración un poco tramposa porque consiste en interpretar una coreografía que no nos representa. Festejamos el día de la Hispanidad sacando a pasear aviones americanos, blindados de construcción suiza y helicópteros fabricados en Alemania. Nos homenajeamos a nosotros mismos haciendo cosas que nunca hacemos. Abucheamos sin que haya fútbol de por medio, vestimos a una cabra de persona y el rey consigue aparcar en el centro de Madrid sin ser residente.

Celebramos un país interpretando a otro que no existe, como si el día de la hispanidad fuera una primera cita de Tinder en la que uno intenta ser por un día alguien que no es. Una fiesta en la que ninguno de nosotros aparece representado. Excepto cuando alguien llega tarde. Ahí sí. En esos cincuenta segundos en los que Pedro Sánchez no llegaba, en esa pequeña parcela, ahí sí que estuvimos presentes todas las personas que vivimos en este país. Porque todos hemos hecho esperar y porque todos hemos esperado. Porque llegar un poco tarde es más identidad nacional que un blindado de construcción suiza. Porque retrasarse y hacer como si nada es más español que una cabra española vestida de soldado español. De hecho, cincuenta segundos me parece poco retraso para ser una celebración española. Eso es un retraso de construcción suiza, como los blindados.

Si queremos lucir nuestra fortaleza como pueblo no deberíamos sacar a pasear nuestras armas porque armas tienen todos los países. Deberíamos lucir lo que nos hace diferentes. Poner a desfilar por toda la Castellana a la Unidad de Tuiteros de Acción Rápida, capaces de acabar con la paciencia de cualquiera abriendo hilos insoportables. O al regimiento de negacionistas por tierraplana y aire, con alcance para destruir cualquier certeza científica.

Una fiesta nacional que funcione como resumen de lo que somos de verdad y no de lo que alguien pensó que deberíamos ser.