Una sexóloga, sobre la compra de bragas usadas: "No sabemos por qué sucede eso"
Los españoles pasan en webs de compraventa el triple de tiempo que el resto de europeos. Un comprador y su vendedora se sinceran y nos lo cuentan todo sobre este fetiche secreto
Una sexóloga, sobre la compra de bragas usadas: "No sabemos por qué sucede eso"
Madrid
'Cómo vender bragas usadas', 'comprar bragas' o 'bragas sucias' son las búsquedas más frecuentes en Google entre los fetichistas de la ropa interior usada. Un práctica que comenzó en Japón en los años 90. Allí ya se pueden comprar bragas recién usadas a pie de calle en máquinas expendedoras. Bragas con las caras de las chicas que las han llevado como si fueran un simple refresco. En España no estamos todavía en ese punto, pero el negocio de la compra venta de ropa íntima está creciendo por momentos: en nuestro país los usuarios pasan el triple de tiempo que el resto de europeos en webs de este tipo.
Una sexóloga, sobre la compra de bragas usadas: "No sabemos por qué sucede eso"
Un comprador, que prefiere no dar su nombre, tiene claro que unas bragas usadas aportan mucho más que un refresco. Más que nada "morbo porque hay chicas que nunca te imaginarías que hacen eso o que tienen cara de que nunca han roto un plato, que nadie lo diría o puede ser tu vecina. Es la situación, qué cara va a poner cuando te las dé, etc.", explica.
Esta es la excitación sexual que sienten los hombres que compran bragas usadas. Solo en España, la página web Panty.com supera los 100.000 usuarios registrados. Para Arola Poch, sexóloga y psicóloga, este es un fetiche común. "Las bragas como objeto pueden ser un fetiche", analiza. El hecho de que otra persona las haya usado y pertenezcan a determinada chica puede resultarles excitante. Ahí ya tienes construido el fetiche y el interés erótico a esa prenda".
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Pero no es solo vender ropa íntima, el negocio va más allá. Según indica este comprador, "aunque sea que te guste un poco, que conozcas, te hayas intercambiado fotos, haya un poco de conexión y buen rollo. Para el chico, al menos en mi caso, es importante que sea maja y tenga su morbo".
Las vendedoras también coinciden en que los compradores no se conforman solo con las bragas. Suelen intentar mantener mucho el contacto. Las llaman, les preguntan por sus vidas y quieren ver una foto de ellas con las bragas para cuando las reciban tenerla también.
Y aunque los fetiches han existido toda la vida, internet lo facilita todo. Este chico descubrió este mercado "hace unos veinte años en el chat Terra y ahí se ofrecían chicas para hacer todo tipo de cosas por videollamadas, vender ropa interior: bragas, tangas...". Por otro lado, ella "estaba con dos amigas buscando formas de ganar dinero y nos hablaban chicos ofreciéndonos dinero por sexo, fotos y cosas así. Nosotras eso no queríamos hacerlo, pero a una de las tres se le ocurrió vender bragas. Mi amiga encontró un grupo en Telegram dedicado a vender bragas en el que hay muchos hombres que quieren comprar y algunas chicas. También he utilizado Badú y Tinder".
¿Por qué hacen esto?
"Te gusta una persona, la deseas y al llevarte una prenda, y además íntima, es como que se entrega a ti. Es como si en su habitación, en su santuario te regalara un peluche que le tiene mucho cariño", explica el comprador. Ella vende bragas únicamente por dinero. "Lo que más me gusta es recibir el dinero y odio cuando se ponen muy pesados. Hay muchos que les mando fotos, estoy hablando con ellos y luego no me pagan entonces me hacen perder mucho tiempo", informa.
Además, el morbo de uno también puede excitar al otro. Él tiene claro que hay chicas que lo hacen exclusivamente por dinero y otras porque les excita el que les paguen por eso. "A mí me pone que ella también busque ese morbo a parte del dinero", sentencia.
La sexóloga Poch dice que el autoengaño es parte de la base de las parafilias. "Si la fantasía es que esa chica está disfrutando y pasándoselo bien por el hecho de que yo le compre. Sirve para reforzar esa excitación". Y es que es cierto que ellas también se pueden excitar vendiéndolas, que desarrollen esa atracción hacia su propia ropa interior, les resulte excitante el hecho de venderlas y que alguien les pueda ofrecer ese dinero.
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¿Quiénes son los compradores?
Por lo pronto, son solo hombres. La sexóloga no encuentra explicación científica, pero cree que influyen varios factores dentro de que la mayoría de fetichismos se dan más en hombres que en mujeres. "Pero no tenemos explicación clara de por qué ocurre eso. Puede ser porque los hombres socialmente han tenido más posibilidades de explorar su parte erótica o porque tradicionalmente la parte visual ha sido más importante en ellos", apunta.
Poch dice que no hay un perfil de hombre determinado, algo que confirma de primera mano nuestra vendedora: "El perfil del comprador es bastante variado. Todo son hombres, eso sí. Hay de todas las edades. La mayoría suelen ser más mayores, cuarenta o cincuenta, pero también me ha llegado a comprar un chico de veintitrés años que me pagó muchísimo dinero. También hay muchos casados, otros que no lo están. Hay un poco de todo".
¿Las coleccionan?
Y la gran pregunta es, después de comprarlas... ¿qué hacen con las bragas? Según la sexóloga, como objeto fetiche es normal que las guarden y las coleccionen. Habrá gente que no lo haga, pero teniendo en cuenta que a ese objeto le han dado una característica especial, en este caso erótica, es normal que las coleccionen una vez las han recibido. Habitualmente se masturbarán con ellas oliéndolas o con el propio tacto.
Pero ojo, porque no siempre lo importante es el objeto en sí. "De hecho hay un montón de chicos que me han pagado las bragas, hemos estado hablando y luego nunca me han dado su dirección para que las envíe", dice nuestra vendedora, por lo que llega a la conclusión de que lo que les gusta es hablar con ella y ver fotos mientras las va usando más que el objeto luego en sí.
Su comprador, por ejemplo, tampoco las colecciona. "Yo no las guardaba ni coleccionaba. Hay chicos que consideran que sí que es un trofeo. Yo lo hacía por el morbo de la situación y luego no las guardo básicamente por si te las pillan por casa", dice.
"Muchos piden cosas muy raras"
Y siempre se puede añadir un toque más picante porque hay a muchos compradores que les gusta mucho que las bragas sean robadas.
¿De qué precios estamos hablando? Hay chicas que piden muy poco, desde diez euros, hasta otras que piden doscientos. Al ser un mercado tan amplio en el que hay tantas vendedoras para elegir es un poco estúpido pagar mucho, aconseja el comprador. Por eso él le compra a esta chica. "Yo lo valoro un poco por el tiempo que tengo que llevar las bragas. Si las llevo de tres a cuatro días cobro veinte euros. Una semana o un poco más cincuenta, y si llega al mes 150 euros, que de estas no me suelen pedir, pero sí que he vendido. Aparte, ellos eligen qué quieren que lleven las bragas. Hay chicos que quieren que lleve pis o cualquier cosa más especial pues también subo el precio", añade.
Un fetiche que avergüenza
Detrás de esta práctica hay mucho tabú, mucha vergüenza. Y ese estigma lleva al secretismo. "Sobre todo por ese miedo a ser juzgado, a ser señalado. 'Pues muy bien de la cabeza no estás' o 'un poco rarito ya eres' te pueden decir si te gustan todo este tipo de cosas, pues al final deciden hacerlo en secreto. A veces hay personas que desarrollan algún tipo de vergüenza o culpa y ahí sí que posiblemente tengamos que hacer una intervención para que puedan vivirlo de manera más sana", explica la psicóloga y sexóloga.
Aunque no es el caso de este comprador y vendedora... Para él no es un secreto. "Con amigos de confianza te cuentas que ha habido una compra de bragas o has hecho algo por videollamada... Son prácticas que hace mucha gente y no tiene nada de malo", dice. En el caso de ella, tampoco lo ha ocultado. "De hecho mi madre y mi hermana lo saben. Es verdad que mi madre me pilló porque empezó a ver ingresos, pero no lo llevo en secreto. Si sale el tema con alguien lo cuento y todas mis amigas lo saben. Pero sí es verdad que la mayoría, tanto comprador como vendedora, sí que lo llevan en secreto. Mis amigas que venden no se lo han contado a nadie", cuenta.
Mar I. León
Periodista en Hora 25.