Los intentos de suicidio de menores de edad atendidos por ANAR se han multiplicado por 26 en la última década
El perfil más común es el de una adolescente de entre 13 y 17 años, de familia migrante, con antecedentes de fuga, que se autolesiona y ha sido víctima de abuso sexual
Madrid
Solo el año pasado, la Fundación ANAR atendió a 748 menores que en el momento de la llamada estaban intentando suicidarse y a otros 1.961 que estaban planificando hacerlo. Son algunos de los datos más duros del Estudio sobre Conducta Suicida y Salud Mental en la Infancia y la Adolescencia en España que ha publicado hoy esta entidad sin ánimo de lucro que se dedica a la promoción y defensa de de los derechos de los niños, niñas y adolescentes en situación de riesgo.
Aunque el informe que han presentado va mucho más allá. Es un amplísimo estudio sociológico que analiza la conducta suicida en los menores de edad atendidos a través del Teléfono y el Chat ANAR a lo largo de una década, entre los años 2012 y el mes de agosto de 2022. A lo largo de estos diez años, los casos atendidos en la Fundación por ideación suicida se han multiplicado por 23,7 y los intentos de suicidios por 25,9. ANAR ha ayudado a 9.637 menores de edad que expresaron conductas suicidas, ya fuera ideación o intento de suicidio. De estos, 3.097 se pusieron en contacto con ellos cuando ya habían iniciado el intento de suicidio. El 63,8% de estos casos atendidos se ha concentrado en los últimos tres años, coincidiendo con el coronavirus.
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El efecto de la pandemia
El número de casos con conducta suicida ha experimentado un crecimiento brutal en el periodo 2012-2022 (1.921,3%). Es especialmente significativo el incremento producido entre 2020 y 2022 (128%). La situación de crisis sanitaria producida por la pandemia ha supuesto una ampliación de los riesgos psicosociales (aislamiento, maltrato intrafamiliar, hacinamiento, abuso de las tecnologías, barreras asistenciales a la salud mental, pobreza…) que influyen en las conductas suicidas de niños o adolescentes.
Sin herramientas
Uno de los datos preocupantes que revela este estudio es que no existe una motivación objetiva para el suicidio, sino problemas asociados que el menor de edad no sabe cómo resolver. La violencia contra el menor de edad (60,9%) y la salud mental (27,4%) son los problemas más destacados de los asociados a la conducta suicida. Las formas de violencia más frecuentes son el acoso, el ciberbullying y otras dificultades en el ámbito escolar (21,4%), el maltrato físico (14,7%) y psicológico (10,4%), las agresiones sexuales (7,2%) y la violencia de género (3%).
La Fundación ANAR detecta tres grandes problemas asociados a la conducta suicida: las autolesiones (13,7%), los problemas psicológicos (8,7%) -entre los que destacan tristeza, depresión, ansiedad y trastornos de la alimentación- y problemas de conducta (4,4%). Pese a estos datos, entre 2019 y 2022 solo el 44% de los niños o adolescentes con conducta suicida ha recibido tratamiento psicológico.
El perfil más vulnerable
El estudio identifica varios perfiles de niños y adolescentes que presentan conducta suicida. El más común es el de una chica de entre 13 y 17 años, de familia migrante, que cuando se puso en contacto con ANAR ya había iniciado el intento de suicidio y que presenta bajo rendimiento escolar. Sufre problemas de salud mental, principalmente autolesiones, tiene antecedentes de fuga y ha sido víctima de agresión sexual.
Los otros perfiles son menores de 12 años con un buen rendimiento en el colegio pero que sufren acoso escolar y menores de 10 años que padecen alguna discapacidad, provienen de familias migrantes o formar parte del colectivo LGTBIQ.
Problemas que se cronifican
Los problemas detectados en más de dos tercios de las consultas por conducta suicida tienen una duración superior al año (68,4%) y se producen con una frecuencia diaria (70,2%). Son casos graves (86,2%) y urgentes (72,6%), porcentajes que han experimentado un crecimiento a lo largo de los años analizados. Se acentúan especialmente en el periodo post-pandemia, con un incremento de la gravedad “alta” del 221% entre 2019 y 2022 y del 305% en el caso de la urgencia “alta”.
El efecto de las tecnologías
Entre 2019 y 2022 ha aumentado 18 puntos porcentuales la implicación de las tecnologías en los intentos de suicidio (del 33,5% al 51,5%). A través de ellas se generan situaciones de malestar y violencia (sextorsión, grooming, ciberacoso…) o se utilizan como medio para obtener información sobre métodos para quitarse la vida, lo cual propicia el efecto Werther (de contagio e imitación). Pero también para disminuir el malestar que generan los pensamientos de intento de suicidio, mediante publicaciones en redes sociales (Instagram y Tik Tok) donde los niños y adolescente se sienten escuchados, piden perdón o se despiden. Un 6,1% de los menores de edad que llamaron a las Líneas de Ayuda ANAR lo hicieron preocupados por la conducta suicida de un amigo o amiga.
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