Tres inviernos sin luz en la Cañada Real: "Hay una mezcla de hartazgo, desánimo y enfado"
El escritor Isaac Rosa cuenta en El Faro cómo fue visitar este "barrio en autoconstrucción" e invita a recorrerlo para romper con los prejuicios
Tres inviernos sin luz en la Cañada Real: "Hay una mezcla de hartazgo, desánimo y enfado"
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Madrid
Cuando el escritor Isaac Rosa pisó la Cañada Real por primera vez iba bien acompañado. El fotógrafo Olmo Calvo y el abogado Javier Rubio, que conocen en profundidad la zona, habían accedido a hacer de guías, pero Rosa no pudo evitar sentir miedo. "Fui allí con todos mis prejuicios, con la imagen que se ha construido durante muchos años y que vincula a la Cañada con la marginalidad, las drogas y los problemas de seguridad", cuenta en El Faro. De allí salió con un reportaje para eldiario.es y con una visión más amplia de la forma en la que viven los vecinos que llevan tres inviernos sin luz. "Hay una mezcla de hartazgo, desánimo y enfado", resume el escritor. Ahora, anima a cualquiera a visitar la zona: "Que cojan el metro y vayan hasta allí. No les va a pasar nada, no los van a atracar ni nada parecido. Les va a sorprender".
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En el programa de El Faro dedicado a la palabra corriente, Isaac Rosa cuenta que estuvo dos semanas hablando con gente que conocía la Cañada Real, para no aparecer por allí como un turista. Gracias a eso, asumió desde el principio que lo que iba a visitar no era un asentamiento, sino un barrio. Un "barrio en autoconstrucción", como decidió apodarlo después de hablar con los vecinos. El escritor lo describe como una zona que se extiende a lo largo de 16 kilómetros y que recuerda al origen de otros tantos barrios que hoy conocemos. "Zonas humildes, de autoconstrucción, donde la gente se organizaba y resolvía lo que el Ayuntamiento no hacía, y que se organizaban en asociaciones", detalla.
A diferencia de la imagen que se tiene de él, en este barrio no solo hay chavolas. Los vecinos tienen pequeños comercios y las viviendas son muy variadas. Esa imagen marginal y de lugar peligroso ha sido, según Rosa, muy perjudicial para la causa: "Se les ha convertido en una especie de lumpen, de chusma, cuando no tiene nada que ver con la realidad de la gente que vive en la Cañada. Y esa deshumanización es la que permite que nos desentendamos y miremos para otro lado mientras allí hay miles de personas que llevan ya tres inviernos sin luz".
Y es que, si hay una razón por la que en los últimos años hemos oído hablar de la Cañada es porque 3.000 personas viven, desde hace más de dos años, sin suministro de luz, y otras 2.000 sufren apagones intermitentes. "El corte fue de manera intencionada, como demostró un peritaje independiente", explica el escritor. Desde entonces, las asociaciones vecinales han trabajado por cambiar la situación y los que viven allí han buscado alternativas: "Hay quien se ha instalado paneles solares, otros utilizan generadores con gasoil, pero hay una gran desigualdad", subraya Rosa. Esa desigualdad es la que hace que, para el escritor, no pueda existir una solución única al problema. "Hay zonas que podrían integrarse en Madrid, en Rivas o Coslada y podrían convertirse en una calle más, y hay otras que no son habitables y en las que habría que ofrecer una alternativa a los vecinos para que puedan mudarse a una vivienda digna", sostiene Rosa.