"Ha tenido que renunciar a la indemnización para que no se dude de ella. Es un fracaso colectivo"

Madrid

Un amigo que acaba de dejar la radio para conocer territorios distintos nos dejó el otro día una carta de despedida donde definía la imaginación como el gran motor del periodismo; ese oficio que consiste en contarle a la gente cosas que le ocurren a la gente. El amigo se llama Álvaro y decía: “La imaginación es un arma que, en medio de la confusión, hace que alguien se atreva a hilvanar una historia que de sentido al caos”. Vale. Vamos a cogerle la palabra. Imaginemos. Imaginemos que una noche, en mitad de la calle, un coche nos embiste porque el conductor iba borracho y se ha saltado un semáforo. Él lo niega, pero nuestro testimonio es firme, la policía investiga, busca testigos, revisa el vehículo, mide la frenada… Si finalmente se descubre que nosotros decimos la verdad, la justicia condenará a ese conductor a pena de cárcel y a pagarnos una indemnización por las lesiones que nos haya causado.

Llegados a este punto, ¿alguien entendería que al comienzo de todo el proceso, con la primera denuncia, hubiéramos renunciado al cobro de esa posible indemnización para que así nos creyeran más? ¿Para que nadie pensara que sólo buscábamos dinero? Suena ridículo, ¿verdad?, es absurdo. Bueno, pues esto es lo que ha hecho -o ha tenido que hacer- la mujer que denunció al futbolista Dani Alves por una supuesta violación: renunciar explícitamente a cobrar ni un euro para que así no se dude de ella. El caso acabará como acabe finalmente, para eso están los tribunales, pero esto, hoy, planteado así, ¿esto qué es? Pues yo creo que claramente, un fracaso. Colectivo. Nos lo tendríamos que hacer mirar.