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Opinión

"Es sorprendente que aún no se haya corregido, cuatro décadas después"

Isaías Lafuente, más claro imposible sobre lo que hay que hacer con el término "disminuido" en la Constitución

Disminuido

Madrid

No hace falta tener una discapacidad para percibir el carácter denigratorio de la palabra disminuido, que es el término con el que la Constitución se refiere a las personas con discapacidad. Es sorprendente que aún no se haya corregido, cuatro décadas después, pero es aún más llamativo pensar que ese término, disminuido, ya supuso en su momento una evolución respetuosa respecto a otros calificativos que han tenido que soportar estas personas a través de los tiempos: incapaz, tarado, mongólico, subnormal, deficiente, minusválido...

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Eran términos que no solo se manejaban en la calle, algunos llegaron también a las leyes, como subnormal o minusválido. De hecho, el hoy llamado Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad no responde a su sigla oficial, CERMI, porque ese MI final se refería en origen a minusválidos. Y la propia palabra discapacitado, que entró en 1992 en el diccionario con una definición contundente, minusválido, fue corregida diez años después para añadir matices menos insultantes y referirse a "la persona que tiene impedida o entorpecida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales por alteración de sus funciones intelectuales o físicas". Hoy se pide que la Constitución no cambie disminuidos por discapacitados, sino que hable de "personas con discapacidad". Esperemos que quienes pueden hacerlo sean capaces de acordar la reforma.

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