Por qué no deberíamos comprar vinos de menos de 5 euros

Santi Rivas (Colectivo Decantado), autor Deja todo o deja el vino, se ha convertido en una de las figuras más influyentes del sector. Fue campeón de España de catas a ciegas por equipos y suele decir —no necesariamente en broma— que es «un organismo perfecto diseñado para la degustación». Incluso ha llegado a definirse como «un Stradivarius de la cata». El nombre de su sección mensual en Gastro SER, de hecho, procede de otra de las metáforas de su exitoso ensayo: El vampiro del vino. Pero, aunque sabe de lo que habla, su popularidad se basa, sobre todo, en cómo lo dice: con gracia, con vehemencia y sin tapujos. Al preguntarle si el vino es bueno para la salud, por ejemplo, no tuvo reparos en responder que «rotundamente no». Añadiendo algún matiz, eso sí: «¡Tampoco es uranio enriquecido! Genera muchas discusiones y preocupación en el sector. Quieren negarlo... Pero el vino tiene alcohol. ¡Se acabó! Podemos pasar página. Lo cual no quita que haya otras cosas peores: el vodka, la energía nuclear... y puede incluso que una croqueta o el café. Sano, sano, no hay nada. Peor el mundo del vino quiere negarlo esto porque no quiere convertirse en el nuevo tabaco». Al pedirle una comparativa —en el contexto de la empinada cuesta de enero— entre la oferta vinícola de menos de 10 euros de los principales supermercados, de hecho, el divulgador madrileño se pone serio: «He ido a Mercadona, Lidl, Carefour y El Corte Inglés, y no quiero adoctrinar, cada uno que haga lo que quiera, pero yo creo que hay supermercados en los que no se debería comprar». Santi Rivas defiende que deberíamos encaminarnos hacia un consumo de vino que aporte valor añadido a la cadena y que la mayoría de divulgadores, sumilleres y productores sitúan el límite entre los 5 y los 7 euros. Por debajo de ese precio, en su opinión, no se puede comprar porque, al hacerlo, «empobreces al sector». «Beber vino todos los días no es un derecho», asegura. «Hacer vino significa cuidar la viña, vendimiar, vinificar, asegurar la crianza, embotellar, poner corcho, etiqueta y cápsula, tranportarlo, colocarlo en el lineal, darlo de alta en el sistema y que un cajero lo cobre. En algunos supermercados he visto vinos de 1,90 euros, pero si crees que eso vale menos de 5, yo te digo que quien está perdiendo dinero no es la gran superficie, sino el agricultor, y yo ahí le pido a la gente un ejercicio de responsabilidad. No tienen por qué hacerlo, pero yo lo recomiendo». El presentador de Instacata Show reconoce que esa diferencia entre el precio y el valor se da también en otros productos, pero asegura que con el vino hay menos conciencia. «Los tomates tienen que ser bío y la carne no puede ser de macrogranja porque hay que darle valor al pequeño productor, pero con el vino es distinto», lamenta. «Si no compras camisetas de 1 euro o hamburguesas a 1,5, ¿por qué lo haces con el vino?». Santi Rivas detalla que mucha gente le habla de «vinos de 2 o 3 euros que están buenísimos». Pero él apunta que no está hablando de eso porque, además, «hay métodos para que un vino, con química y otras trampas, dé el pego». El ejemplo más evidente es el de las empresas que, emulando el proceso de crianza en barrica, se dedican a hacer «chips de madera para darle matices con dos duros». Su tesis, por lo tanto, se basa en que un vino puede ser bonito y barato, pero no necesariamente bueno, sobre todo si se tiene en cuenta el impacto socioeconómico que acarrea. Una bodega que produce vinos que se venden a 2 euros, desde su punto de vista, puede llegar a ser rentable, pero condenándose a la «economía de subsistencia». En palabras de Santi Rivas, al bodeguero le puede dar para cubrir los costes mínimos, pero su hijo venderá todo el negocio y se irá a estudiar a Madrid. Lo que marca la diferencia, de todas formas, son solo 3 o 4 euros. «La cosa cambia si te compras un vino de 7 euros... o incluso de uno 4,90», asegura. Y eso, teniendo en cuenta que el vino no es un bien de primera necesidad, puede resultar asumible para millones de familias. «Si alguien cree que tiene derecho a comprar vino en ese contexto de degradación, yo le diría, desde mi púlpito de minstro wineloverista, que no le queremos como consumidor porque no está ayudando a este sector». Santi Rivas señala a Mercadona y Lidl, con sus vinos baratos de marca blanca —«no tengo muy claro de dónde salen esos vinos»— o con bodegas que les producen en exclusiva, como ejemplos de lo que no se debe hacer. La oferta de Alcampo, Carrefour o El Corte Inglés, en cambio, se ajusta un poco más al modelo de valor que él promueve. «Me parece obsceno e hipócrita decir, como hacen algunas grandes superficies, que vender vino de ese precio ayuda a que la gente que se inicie. Siempre se invoca a los jóvenes, pero es mentira. Lo que pasa es que tienen su negocio», dice. Al pedirle que recomiende vinos de menos de 10 euros, de todas formas, cita uno de sus preferidos: Cvne Monopole (un blanco que suele rondar los 6 euros). Pero también sugiere probar finos de Jerez como La Guita o La Gitana. «Están muy buenos y cunden porque te lo puedes ir tomando de forma espaciada y aguanta bien en la nevera. ¡Son muy buenos vinos!». Santi Rivas suele llenar sus Instacatas de referencias a la cultura pop y también de neologismos repletos de malafollá (de Leganés) —castorear, jorgejuaner, Telva wine, tiesos friendly, vinagrismo—, pero a veces opta por los mensajes claros y directos: «Bebed menos, pero mejor».

Por qué no deberíamos comprar vinos de menos de 5 euros

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Carlos G. Cano

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