El deseo
"El deseo es un breve paréntesis. Desde dentro, una inmanencia y una entrada en la plenitud. Normalmente la plenitud se considera una acumulación. El deseo revela que es un despojamiento: la plenitud de un silencio, de una oscuridad"
El deseo
Buenos Aires
Cómo sopla el espíritu esta mañana. Sopla cuando quiere, pero cómo sopla esta mañana. La ciudad está vacía, el cielo azul inmóvil. Salgo a correr a las siete, escuchando De mí, una rumba despampanante de Rocío Márquez y Bronquio. Después, Flores secas, de Skay Beilinson. Empieza con un acorde inocente sobre el que se desliza una letra simple que, de pronto, recibe el impacto de un misil, cuerdas nerviosas que inseminan complicación, una batería de ferocidad cardíaca, la voz de Skay, astillada como un madero muerto que recuerda que alguna vez estuvo vivo. Todos somos un poco así: empezamos inocentes, nos ponemos nerviosos y terminamos complicados. La última película de Claire Denis se titula Con amor y furia. La protagonizan Juliette Binoche y Vincent Lindon. Tienen un buen matrimonio. Un día ella se cruza con un antiguo amante. Siente esa cosa blanda y ardida que es hueso y sangre a la vez, esa sed del cielo: el deseo. Y se zambulle en el país en el cual todo se confunde, en el que hay que cuidarse para no decir el nombre de otro en un momento inadecuado, en el que –cínicamente- se imagina el cuerpo nuevo donde hay el cuerpo de siempre. Un sitio donde todo es dolor y éxtasis y todas las canciones son canciones tristes, incluso las que no lo son. Desnuda ante el espejo, después de estar con su antiguo nuevo amante, Binoche se dice: “Aquí vamos de nuevo. El amor, el miedo, las noches sin dormir, el teléfono junto a la cama, sentir que me mojo”. Ella podría renunciar. Decir “ahí no voy, yo ya conozco”. Porque uno puede arrancarse cualquier cosa. Incluso eso. El cuerpo aguanta. Hay un texto de John Berger que habla sobre el deseo sexual. Dice: “El deseo sexual, si es recíproco, origina un complot de dos personas que hacen frente al resto de los complots que hay en el mundo. Es una conspiración de dos. El plan es ofrecer al otro un respiro ante el dolor del mundo. No la felicidad sino un descanso físico ante la enorme responsabilidad de los cuerpos hacia el dolor. (…) El deseo es un breve paréntesis. Desde dentro, una inmanencia y una entrada en la plenitud. Normalmente la plenitud se considera una acumulación. El deseo revela que es un despojamiento: la plenitud de un silencio, de una oscuridad”. Siempre se puede decir no. Incluso a esa enormidad. Atarse a un mástil, desoír el canto de sirenas. Claro que hay un costo. Y el costo es el de vivir un poco muertos.