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"Me hizo sentir muy sucia, como si fuera mi culpa": cuando una visita al ginecólogo se convierte en un trauma

Cada vez más mujeres se atreven a denunciar lo que se conoce como violencia ginecológica, es decir, cuando hay "un abuso de autoridad sobre los cuerpos y las decisiones" de las pacientes

"Me hizo sentir muy sucia, como si fuera mi culpa": cuando una visita al ginecólogo se convierte en un trauma

Madrid

Clara tenía diagnosticada una infección vaginal que le causaba mucho malestar. Mientras esperaba una cita con su especialista habitual, empeoró. Comenzó a tener fiebre y decidió ir a los servicios urgencias. Dar el paso para acudir al ginecólogo no es fácil para ella. "Le avisé de que tengo vaginismo —una disfunción sexual femenina que consiste en la contracción involuntaria de los músculos de la vagina—". Pero era necesario realizarle un cultivo, a pesar de que ya tenía un diagnóstico previo. "Lo entendí, aunque me pilló de sorpresa y, con mi condición, me puse mucho más nerviosa y comencé a llorar. Es algo que me causa muchísimo dolor". Con nervios y ansiedad se reclinó, semidesnuda, en la camilla para comenzar la exploración. En ese momento, esta joven necesitaba que alguien le ayudara a sobrellevar el mal rato, que le diera tranquilidad, seguridad. Y pasó justo lo contrario. "Él, al observarme las partes íntimas, dijo un comentario muy desagradable, 'pues depilarte sí que te depilas, eh'. Me hizo sentir muy sucia, como si fuera mi culpa que yo estuviera ahí. Si ya me sentía en una situación de vulnerabilidad, eso solo hizo que me sintiera más insegura".

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Lo que le pasó a esta valenciana, de 20 años, no es un caso aislado, ni casual. "La violencia ginecológica puede definirse como un abuso de autoridad sobre los cuerpos y las decisiones de las mujeres que tienen lugar en el ámbito de la ginecología o la obstetricia. Suele haber una patologización de procesos naturales y normales de las mujeres, un sobreintervencionismo o, por el contrario, también un abandono. A veces las mujeres reciben frases humillantes, despreciativas. Siempre hay una especie de sospecha sobre las informaciones que facilitamos a los asistentes". Lo define así Francisca Fernández, abogada especializada en Derecho Sanitario y miembro de la junta directiva del Observatorio de Violencia Obstétrica de España, un ente que "trabaja para conseguir una maternidad libre de violencia y discriminación para las mujeres" antes, durante y después del parto.

La violencia ginecológica se da cuando un especialista utiliza técnicas que pueden ser dolorosas o forzadas sobre la zona íntima de la mujer y que se ejecutan de una manera brusca o restando importancia al malestar que presenta o manifiesta la paciente. También se califica como violencia los comentarios fuera de lugar, sobre el aspecto físico o que directamente cuestionan la vida privada —por ejemplo, al preguntar por la actividad sexual de la persona—. Ambas situaciones son las que sufrió Clara. Ella no supo cómo reaccionar. "Me sentí bastante desesperada porque cuando me soltó el comentario yo estaba llorando ya, porque me estaba produciendo dolor físico. Entonces fue un momento en el que estaba tan mal que ese comentario me dejó en un estado de shock. No me esperaba que me pudiera decir algo así en la circunstancia en la que estaba yo encontrándome".

"Me daba muchísimo asco"

También fue víctima de este tipo de violencia Claudia, de 25 años y residente en Granada. A finales de 2020 acudió a un ginecólogo porque necesitaba hacerse una revisión mamaria, ya que tiene antecedentes familiares de cáncer de mama. Ella prefería ser atendida por una mujer, pero le asignaron un doctor. "Cuando me quité la camiseta para que me explorara y me palpara el pecho me miró de una forma un tanto para mi gusto asquerosa y repugnante. En ese momento yo tenía un piercing en el pezón y tengo tatuajes en el pecho. Y, bueno, este señor se dedicó a decirme que vaya piercing bonito, que me quedaba genial, que me sentaba muy bien. Yo estaba súper incómoda. Estuve a punto de ponerme a llorar, estaba con ansiedad, porque me estaba dando muchísimo asco".

Alberta Fabris es ginecóloga y miembro del Zentro Empatía, una cooperativa centrada en la salud integral. Si se busca "ginecóloga feminista en Google" su consulta es de las primeras que aparecen, es por ello que son muchas las pacientes que han acudido buscando atención profesional centrada en la mujer. "Muchas llevan 10 años sin ir al ginecólogo o ginecóloga porque han sentido mucho dolor físico, además de una experiencia en la que se han sentido muy incómodas". También ha conocido casos que denuncian comentarios inapropiados. "Se me pone la piel de gallina. Cuando te cuentan que han sentido que había algo sexual, 'qué bien depilada, qué tetas tienes'. Eso es súper grave. Yo creo que eso no puede pasar". Todas estas situaciones, lamenta Fabris, aleja a muchas mujeres de acudir a consulta, por lo que uno de sus objetivos es hacer que las pacientes vuelvan a confiar, que sean conscientes de que no todos los profesionales son iguales.

"Mi ginecóloga me dijo que por qué gritaba, me mando callar directamente. Y en ese momento la vida de tus hijos depende de ella, cómo vas a decir algo"

Marcela ahora tiene 20 años, pero guarda muy mal recuerdo de la primera vez que fue a un ginecólogo, cuando aún era menor, con 17 años. "Fui porque había salido de una relación con un chico bastante más mayor que yo, que me había convencido para tener relaciones sin protección. Me sentía bastante culpable porque siempre te insisten en que eso no debes hacerlo. Y entonces decidí hacerme una revisión". Fue a la consulta sola, sin sus padres, porque le daba pudor que ellos conocieran sus motivos. Tampoco encontró apoyo en el profesional que la atendió. "Ya de primeras su actitud fue bastante juzgadora al comentarles que había tenido relaciones sexuales sin protección". Tras hacerle un par de pruebas, le informó, sin ningún tipo de tacto, que era positiva en clamidia, una enfermedad de transmisión sexual. "Me dijo que si no me daba vergüenza con 17 años estar ya con ETS. No supe qué decirle. Estaba sola y aparte yo me sentía culpable. Me venían muchas cosas a la cabeza". Estuvo mucho tiempo sin volver a una consulta porque le daba "ansiedad" pensar que podría repetirse.

Ginecología feminista

Francisca Fernández insiste en que estas situaciones pueden cortarse de raíz con un buen trato por parte del profesional. "Hay muchas cosas que se pueden y se deben hacer para evitar que la mujer que tiene que atravesar procesos críticos o delicados añada a las dificultades de ese proceso una sensación de impotencia o de humillación. Un trato correcto y adecuado, ayuda a todas las mujeres a atravesar esos procesos sin que queden secuelas psicológicas". Tanto ella como Fabris coinciden en que lo primero que debe hacerse para erradicar esta violencia es partir de una buena base educativa. "Habría que reeducar, hacer cursos con perspectiva de género, sobre los derechos humanos, a todas los residentes de ginecología, a todos los médicos, cambiar la cultura y poder poner límites", reflexiona la ginecológica de Zentro Empatía.

También recomiendan a las pacientes no callarse ante un acto de violencia ginecológica. "En ningún momento a las mujeres deberían haberles enseñado a aguantar. Deberíamos educar a las niñas y las adolescentes a decir que no, me está haciendo daño, me estoy encontrando incómoda. Levantarse, irse y buscar otro profesional", remarca Fabris. Esto fue lo que hizo Lucía —nombre ficticio— cuando tras quejarse a su ginecólogo de que le estaba haciendo daño, este le comentó que "seguramente que con el novio no le dolía". Esa afirmación le hizo sentir "muy incómoda" y decidió no callarse: "Le dije que no era lo mismo estar con el novio que estar haciéndote una exploración". Cuando salió por la puerta de su consulta aseguró que no volvería a pisarla más. "Después he ido a otras ginecólogas y me he sentido más cómoda porque intentaban tranquilizarte en la medida de lo posible".

Lucía, Clara, Marcela o Claudia son víctimas de violencia ginecológica y no lo denunciaron por las vías adecuadas. Algunas de ellas no querían, por miedo o porque preferían pasar página, otras por falta de información. Fernández les recuerda que pueden "presentar una queja en atención al paciente del centro privado o del hospital público" y si lo que les ha ocurrido tiene "consecuencias más severas", por ejemplo, daños en el suelo pélvico o en la vagina debido a un tratamiento mal ejecutado, deberían solicitar "la historia clínica y buscar asesoría jurídica lo antes posible". Si Marcela pudiera volver tres años atrás, habría denunciado. Ahora al menos le queda saber cómo debe actuar por si volvería a vivir algo similar. "Me arrepiento de no haber sido capaz de hacerlo en su momento. Pero bueno, hice lo que pude".

Se ha preguntado por estos testimonios y tipo de violencia a la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, pero ha declinado pronunciarse al respecto.

Minerva Marcos López

Periodista en la sección digital de la SER. Antes...