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Carlos Saura, el hombre que combatió la censura

Desde 'Los Golfos', su primera película, hasta 'Cría Cuervos', la última que realizó con Franco vivo, su cine sufrió el acoso y derribo de la censura franquista

Fotograma de SauraFotograma de Saura

cedida

Madrid

Carlos Saura fue un niño de la guerra, suceso que marcó su vida y su carrera como cineasta. Su cine fue una respuesta al mundo que le había tocado vivir, el de la dictadura, el de la moral católica y el de un país pobre y gris. También el mundo de la censura. El director aragonés se consagró como el gran experto en sortear la censura franquista. Gracias a su creatividad, basada en icónicas metáforas visuales.

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Estudió industriales primero, después se diplomó en la Escuela de Cinematografía de Madrid, donde habían estudiado una generación antes que él, otros directores que supieron hacer frente a la tijera del censor, Berlanga y Bardem. En ese ambiente, el de hacer lo que fuera posible por contar cosas comprometidas políticamente sin que se enteraran los malos, se desarrollaron los primeros trabajos de Saura. También su gusto por el cine italiano. “La Censura en España es absolutamente castrante”, le dijo Saura al historiador Roman Gubern en una encuesta sobre la relación del cine y el poder.

Desde su primer largometraje, Los golfos, rodado en 1959, ya se topó con la censura. Cuatro veces se cambió ese guion que mostraba una mirada realista al Madrid del extrarradio y las chabolas con unos jóvenes delincuentes que roban para salir adelante. Uno de los ejemplos del cine quinqui. En Cannes, sin embargo, se estrenó entera, en España tuvo diez minutos menos. Entre las escenas eliminadas se encontraba la favorita del director, cuando los jóvenes van al río Manzanares en un homenaje a El Jarama, la novela de Sánchez Ferlosio.

Cambios en los guiones y trabas administrativas

Saura no solo sufría cambios en los guiones o recortes en el metraje final. También trabas administrativas para prolongar y evitar el estreno en salas comerciales de sus películas. De hecho, Los Golfos no llegó a cines españoles hasta 1962, tres años después de rodarla y lo hizo sin casi publicidad. Es ahí cuando Saura hasta se plantea marcharse fuera. Finalmente, se produce un cambio en la Dirección General de Cinematografía, con la llegada de José María Escudero que causa cierto alivio al sector. Saura rueda su segunda película Llanto por un bandido (1963), inspirado en un bandolero del siglo XIX.

Otra vez mutilan su película. En este caso es la primera secuencia del filme. Son siete minutos y en ella salían el dramaturgo Antonio Buero Vallejo y Luis Buñuel como verdugos que ejecutan a siete bandidos a garrote vil. Una secuencia que decía muchas cosas aquel año 63, cuando el régimen de Franco ejecutó a Julián Grimau.

Su situación cambia con la dupla formada con el productor Elías Querjeta. Juntos realizan La Caza, el filme metafórico por excelencia del cine de Saura, donde grupo de amigos se van de caza, actividad favorita de Franco, y emerge la violencia, la represión y el reflejo de la España de la dictadura. “Tiene una gran carga y enorme mala intención pero no veo motivo para la prohibición, pues no creo que mucha gente entienda la mala idea que tiene”, dijo el informe de los censoras, que antes ya habían conseguido cambiar el título del filme. Iba a llamarse La caza del conejo y las connotaciones sexuales no gustaron en palacio.

Crítica a la burguesía y a la represión sexual

Con Peppermint frappé o Stress es tres, tres, Saura se acerca más a la crítica a la burguesía y a la represión sexual. De ahí que la censura se fijara más en cómo quedaba la Iglesia en todo ese retrato. De hecho, se le prohibió usar la palabra Iglesia.

Con El jardín de las delicias vuelve a tener un encontronazo con los censores. Si en La Caza quitó cualquier mención a la guerra, que aparece solamente de manera visual, con los refugios de la guerra, en esta nueva película, cuyo título evoca el cuadro de El Bosco, el director nombra directamente la guerra. Siete meses estuvo prohibida la película que fue retenida evitando así que llegara a Cannes o Venecia. Finalmente, se elimina una escena con banderas republicanas en la puerta de una Iglesia.

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Ana y los lobos es una de las películas más conflictivas con la censura. La historia de una joven institutriz extranjera que llega a una casa familiar, de unos burgueses, para dar clase a las niñas y evidencia la caspa de los estamentos militares, eclesiásticos, patriarcales y franquistas. Hasta tres veces recortan el guión. Muy fetichista, según los censores. Finalmente le dejan, alegando que nadie verá esa película ni la entenderá. Es decir, ya le habían creado la imagen de director difícil. “A mí me han contado que se la pasaron a Franco, pero ya no se sabe, alguien, porque no se decidían a sacar adelante la película y había mucha pre­sión desde fuera. Le pasaron la película, la vio y dijo que no le parecía peligrosa porque no se entendía nada”, contaba el director en la serie de televisión Imágenes prohibidas de Vicente Ro­mero.

Conforme pasaban los años, la censura aflojaba menos. Con La prima Angélica, película sobre los traumas de la Guerra Civil, no iba a ser tampoco fácil. Los primeros guiones no pasan el filtro para empezar a rodar. Finalmente lo consigue Elías Querejeta, comprometiéndose a cambiar una frase que decía el personaje del falangista, que queda en entredicho en toda la película. En estas que muere Carrero Blanco y todo se retrasa. Una vez terminada, se dan cuenta de que Saura y Querejeta no siguieron las pautas de los censores. Sigue la frase, el traje de falange y todas las referencias. Solo han eliminado un desnudo. Sin embargo, no se prohíbe. El problema vino después, una vez estrenada. Los falangistas irrumpían en los cines causando disturbios. Una explosión con un bidón de gasolina, bombas béticas y pintura en la pantalla. Llegamos a 1975, el año en que muere Franco. Ese año había rodado Saura Cría Cuervos, una historia sobre la memoria y la familia que la censura considera subversiva. El Premio Especial del Jurado en Cannes 1976 ayuda a Saura a que su película tenga mejor aceptación.

Sin duda, la censura cambió la forma de narrar de Carlos Saura. Alegórico, simbólico, figurado, parabólico, elíptico, metafó­rico, críptico… han sido adjetivos que han acompañado al director aragonés durante sus cincuenta años de carrera. Al director no le gustaba que dijeran que su cine era críptico. Él aseguraba siempre que era transparente, como la vida. Lo que sí es su cine es una respuesta comprometida y hermosa a un tiempo terrible de monstruos y fantasmas que hicieron de España un país peor. Suerte que hubo artistas como Saura.

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Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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