El terremoto entierra aún más a Siria en el olvido
La ayuda ha tardado mucho menos en llegar a Turquía que a Siria, sumida en una espiral de crisis desde hace más de una década
| Especial Terremoto | Un ladrido, una vida
Los muertos se cuentan por millares en el devastador terremoto en Turquía y Siria, pero a ésta última no ha llegado la ayuda de igual manera. Los Cascos blancos están salvando vidas como pueden, con recursos muy limitados y sin la maquinaria adecuada. Allí, en Alepo, está el misionero Alejandro León, de Misiones Salesianas, quien puede dar cuenta de la falta de esperanza que impera tras cuatro días desde la tragedia, a la que se suma “la preocupación por toda la gente que se quedó sin hogar”.
“La primera noche llegaron aquí 300 personas, la segunda noche eran 420 y anoche ya eran 500”, asegura. Llegan con miedo, pensando que las réplicas van a continuar, cansados y deprimidos por haber encadenado doce años de guerra, crisis económicas y la pandemia de coronavirus.
Los doce años de conflicto en la región destruyeron la infraestructura nacional, y depende del Gobierno de Bachar Al Asad que llegue la ayuda humanitaria a las provincias del noroeste, controladas por los rebeldes. La que ha podido llegar lo ha hecho gracias a la gestión de la Media Luna Roja Siria.
En Damasco, la organización ha puesto en marcha un almacén de emergencia para recibir y distribuir la ayuda urgente que ha llegado como respuesta al terremoto. Una operación “contrarreloj”, según los voluntarios, que han recibido suministros de todo el mundo. Trabajan veinticuatro horas al día para llevarlos a las zonas afectadas. Lugares en los que la gente se ha quedado sin hogar y sin refugios y soportan en la calle temperaturas gélidas.
La sequía de combustible y la falta de luz y comida son la principal preocupación, sobre todo por cómo afectan a los escasos centros sanitarios que quedan en pie. Alejandro León cuenta que “ya antes del terremoto lo normal en Alepo es que llegara una hora de electricidad al día a las casas. Pasamos un invierno terrible, sin ninguna forma de calentarse porque el combustible es súper caro. Ahora es todavía mucho más difícil”.
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Se sienten además abandonados por la comunidad internacional al ver que la ayuda no llega con la misma facilidad y fluidez que a la vecina Turquía. “El terremoto no mira fronteras”, dice el misionero, y aunque haya afectado más a Turquía, en la ciudad siria de Alepo, con edificios sin mantener desde hace doce años y golpeados por los bombardeos, su efecto ha sido también devastador.
La ayuda humanitaria llega al país por un único paso fronterizo en el norte, por eso el misionero llama a buscar soluciones políticas. “La guerra aquí en Siria no es una guerra de buenos y malos”, defiende. “Estamos en una tragedia humanitaria y tendríamos que ser simplemente humanos, sin ver religión, sin ver partidos políticos o estado social”.
A pesar de la desolación, León destaca los gestos de solidaridad y la “lucha por la vida” de la población. De la noche a la mañana, explica, han tenido que conformar una comunidad de 500 personas que no se conocen. En el centro para jóvenes de los Salesianos han acogido a los desplazados en todos los rincones.
Niños en peligro de desaparecer
La destrucción en Siria también va acompañada del riesgo de que crezca aún más la vulnerabilidad de los más pequeños, que no han conocido otra vida que la guerra. Este terremoto “es una catástrofe donde ya había una catástrofe”, recuerda Eloísa Molina, directora de comunicación de World Visión.
Allí, dice, es imposible cuantificar la cantidad de personas que han perdido su hogar por el terremoto porque las personas allí ya eran desplazados que habían perdido su hogar por la guerra y la violencia. En el norte de Siria hay casi dos millones de desplazados internos.
Su prioridad es asistir a los menores que han quedado huérfanos porque “es precisamente en estos momentos de caos, de incertidumbre, cuando los niños quedan fuera de sus redes de seguridad” y se acrecienta el riesgo de que se vulneren sus derechos. Pueden caer en redes de trata, trabajo infantil, “hay niños que desaparecen sin más”, alerta Molina.
Muchas familias que lo han perdido todo están huyendo atravesando campos minados durante la guerra con el peligro de sufrir una explosión. Además, según señala la organización, se han destruido los escasos sistemas de agua que habían montado. “Una vez más nos enfrentamos al riesgo de enfermedades” como el brote de cólera que se está extendiendo.
Milagrosos rescates en Turquía
El director de Punto de Fuga y enviado especial de la Cadena SER a Turquía, Pablo Morán, ha sido testigo de varios rescates de víctimas del considerado ya como el peor terremoto del siglo. Ha estado acompañando a la ONG de Intervención, Ayuda y Emergencias (IAE), con personal “incombustible y perfectamente coordinado” que ha logrado salvado vidas de entre los escombros.
El momento más emocionante de esta semana, relata, fue el rescate en directo de dos personas tras un día “frustrante” porque habían intentado a localizar en vano a personas en distintos puntos de la ciudad de Adiyaman, próxima al epicentro del temblor. “Cuando estaban ya en el campamento base, decidieron acudir a una llamada de auxilio en un edificio que se había venido abajo. Durante seis horas estuvieron buscando entre los escombros y consiguieron rescatar a una joven de entre 14 y 15 años y a su padre”.
Horas antes, en Adana, también salvaron la vida de un chico que llevaba 48 horas bajo los escombros de su casa y “con muy poca asistencia por parte de los vecinos, estaba prácticamente abandonado con una vía y poco más”.
En su visita a los hospitales atestados de heridos, Pablo ha podido comprobar el sufrimiento de los centros hospitalarios, muchos vacíos y abandonados, ocupados ahora por familias que han perdido su hogar y buscan un refugio de las bajas temperaturas. La llegada de médicos y enfermeros de otras regiones turcas ha permitido estabilizar la situación y atender a la ingente cantidad de heridos que ha provocado el terremoto.
“Hay barrios y calles en las que las casas han desaparecido, son una montaña de escombros, y las heridas de este terremoto van a tardar muchos años en repararse”, lamenta el enviado especial de la SER. Se hace muy necesaria una ayuda internacional que también en Turquía ha llegado de manera descoordinada. Siendo una región tan sensible a los terremotos, sorprende la falta de previsión en la respuesta. “Hay equipos de salvamento que han estado sin destino durante varios días, hay también ayuda que ha estado inmovilizada sin explicación”.