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Aprendimos que dardo no era solo un arma arrojadiza, era también un dicho satírico o agresivo y molesto

La Palabra del Día | Dardo

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Hoy hace 100 años que nació Fernando Lázaro Carreter, el gran filólogo que habitó en la Academia, pero supo salir de ella con libros de texto que muchos estudiamos en el bachillerato y con una serie de artículos periodísticos en los que analizaba nuestra lengua en movimiento, la que circulaba por la calle, por los foros políticos y por los medios de comunicación. En ellos ilustraba y corregía a quienes manejamos la palabra como herramienta de trabajo. Sus "dardos en la palabra" nos vigilaban, nos corregían, nos ilustraban y nos provocaban.

Para empezar, aprendimos que dardo no era solo un arma arrojadiza, era también un dicho satírico o agresivo y molesto. Y que la sátira es un género "agudo y mordaz, dirigido a censurar o ridiculizar". Y tuvimos que recordar que censurar no es solo imponer, sino también "corregir". Y que esa "o" que encontrábamos en cada definición era una conjunción disyuntiva, que señala alternativas. Por eso, él no pretendió ridiculizar ni molestar ni imponer. Consciente, seguramente, de que la lengua es un ser vivo y mutante. Tanto que, mientras corregía en sus dardos que se calcinaban los minerales y no los seres vivos, que se carbonizaban o se quemaban, sencillamente, o que los partidos políticos se coligaban y no se coaligaban, la RAE que presidía en esos momentos se preparaba para aceptar un par de años después el verbo coaligar y una nueva acepción de calcinar que corregía lo corregido por el maestro. Así son las cosas...

 
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