Imágenes que dejan sin palabras
Quiero pensar que, junto a los raíles de la vergüenza, alguien meditaba, ajeno al barullo turístico, sobre nuestros horrores
Imágenes que dejan sin palabras
Madrid
No soy fanática de la frase "una imagen vale más que mil palabras", ante la cual suelo acogerme a mi expresión favorita, que es "depende". De la imagen y de las palabras.
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Pero me quedé sin estas últimas, muda, ante la fotografía de una turista tomando el sol sobre los raíles de la vergüenza, que condujeron a tantas víctimas hacia las premeditadas matanzas de Auschwitz. La chica, relajada; su novio en cuclillas haciéndole la foto. Al fondo, la fachada principal del campo de exterminio: sobrecogedora, símbolo de lo peor que hemos sido, de lo peor que podemos ser. Súbitamente, por esa chica, parecía un antiguo balneario en el que a alguien podría apetecerle, incluso, ducharse.
Hay otra imagen, menos estremecedora pero también representativa de nuestro tiempo. En una mesa, un precioso ejemplar de atún rojo, reluciente y muerto. Como espectadores, un grupo de selectos devotos, emocionados y haciendo fotos, disponiéndose a asistir al minucioso descuartizamiento del pez y esperando comerse, en cucharilla, hasta los ojos.
Vaya par de experiencias. Porque de eso se trata. De presumir, de sentirse especial.
Quiero pensar que, junto a los raíles de la vergüenza, alguien meditaba, ajeno al barullo turístico, sobre nuestros horrores. Quiero pensar también, que en el grupo de atunófilos sobrevenidos, alguien se fue a casa, a prepararse una tortilla.
Porque siempre depende. De cada uno de nosotros depende ofrecer un poco, aunque sea sólo un poco de resistencia frente a la banalidad de nuestros bienes.
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