El desafío de ser periodista en México
La periodista mexicana Carmen Arístegui habla de la violencia hacia los medios y la corrupción del Gobierno
En 2022 México fue por cuarto año consecutivo el país más peligroso para los periodistas. Al menos doce fueron asesinados en el ejercicio de su profesión, según un reciente informe de la organización internacional ARTÍCULO 19. Toda la región de Latinoamérica es la más difícil para ejercer la libertad de prensa. El informe anual que elabora Reporteros Sin Fronteras revela que allí se acumulan casi la mitad de las muertes violentas de profesionales de los medios de comunicación.
La periodista mexicana Carmen Aristegui ha sido nombrada heroína de la libertad de prensa y también está en España para recoger un premio que le entrega Diario Madrid. Ella recibe los galardones como “un estímulo”, dice, “un gran impulso” para ella y su equipo trabajando en un país que se ha convertido en uno de los peores para ejercer su profesión.
La periodista se refiere al “grado extremo de violencia inadmisible” que se refleja en el asesinato de compañeros – al menos cien si se tiene en cuenta el acumulado de los últimos años –, y a “una prácticamente total impunidad” que lleva aparejado el colapso del sistema de justicia en México. “En muy escasas ocasiones se abren procesos judiciales que resulten en una sentencia y en un esclarecimiento real de quién estuvo detrás de tal o cual asesinato”, denuncia.
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Pero Arístegui señala también otros asuntos que también dificultan la tarea periodística. “Uno de ellos tiene que ver con decisiones políticas, por ejemplo, mantener el uso discrecional de dinero público para distribución en publicidad oficial”, una fórmula que, asegura, elimina la independencia editorial de los medios afectando directamente a la democracia.
Además, señala al presidente Andrés Manuel López Obrador por “considerar a la prensa como enemiga. Tener con nombre y apellido figuras adversarias que pueden ser satanizadas, agredidas verbalmente y denostadas desde el propio poder político”. Esto da lugar a la autocensura de muchos profesionales que eligen no estar en la palestra.
La propia Carmen Aristegui ha sido señalada por el equipo presidencial. Ella, dice, trata de “mantener su equilibrio”, pero reconoce que las “agresiones furibundas” procedentes del presidente y su entorno más inmediato redundan en el discurso en espacios públicos como las redes sociales. “No está muy claro lo que es orgánico y lo que es inducido”, explica. Porque detrás hay una “industria pagada con bots, granjas y sistemas que amplifican el mensaje”. Un fenómeno, dice, “tóxico y nocivo para el debate público y para la propia sociedad” con el que esperan “inhibir a las personas, generar autocensura y ahuyentar a aquellos que quieran hacer un trabajo periodístico que cale”.
La corrupción en México alcanza a las más altas instituciones del Estado, pero la periodista lamenta que muchos de los casos investigados por los medios no llegan a los circuitos judiciales. Un ejemplo de ello es el caso Odebrecht, que en otros países sí llegó a tumbar Gobiernos mientras que en México está estancado. El poder en ocasiones puede llegar a inhibir la publicación de un reportaje. Los poderes criminales pueden llegar a amenazar, despedir o asesinar a un periodista para evitar que su corrupción quede exhibida. A pesar de todo, Arístegui asegura que en los últimos años se ha desarrollado en México un periodismo importante de denuncia de la corrupción.
En un momento determinante para el oficio, Arístegui cree que la principal amenaza global para el periodismo es “que las mecánicas echadas a andar para desprestigiar deliberadamente a los medios tengan éxito. Que las sociedades compren ese discurso de descrédito a los medios y a los periodistas”. Un descrédito que favorece el poder para evitar el escrutinio. Y por otro lado señala desafíos relacionados con las herramientas que ofrece la inteligencia artificial.