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Guillermo Altares: "El ser humano se acostumbra a todo, también a la violencia extrema"

El periodista acaba de publicar el libro "Los silencios de la libertad" en el que explora el camino de Europa a la democracia

Las entrevistas de Aimar | Guillermo Altares

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Madrid

El corresponsal de guerra Guillermo Altares ha plasmado en su nuevo libro Los Silencios de la Libertad todo lo que ha aprendido sobre las sociedades en las que ha vivido y sobre cuya historia ha escrito en sus años de profesión. En la nueva publicación, el periodista pide a sus lectores que asuman, entre otras cosas, que las grandes guerras y crímenes que se han cometido a lo largo de la historia, y especialmente en la Europa del siglo XX, no se debieron únicamente a un pequeño grupo de individuos malvados y poderosos. "Para cometer crímenes como los que se llevaron a cabo en la Alemania nazi se necesita mucha gente. Se necesita una infraestructura que requiere una colaboración enorme y eso nos enfrenta a un espejo tremendamente incómodo", explica.

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El autor pone un ejemplo muy evidente sobre cómo una sociedad, casi al completo, participó de la barbarie. "El Holocausto, que es el mayor crimen de todos los crímenes, no se podía llevar a cabo sin los señores que hacían los horarios de trenes y los señores que hacían las horas de trenes". Y esos señores, apunta Altares, "sabían a dónde iban esos trenes y sabían que iban llenos y volvían vacíos" porque se conducía a los judíos deportados desde gran parte de Europa a campos de concentración o a campos de exterminio nazis.

Pogromo en Rusia. Judíos siendo molestados mientras la policía mira, 1880. Ilustración. / Bettmann

Altares va incluso más allá. El periodista explica que cuando se estudian los pogromos, las persecuciones a judíos en Europa, uno entiende "la intimidad de la violencia". Las víctimas muchas veces conocían por "nombre y apellidos", de toda la vida, a sus verdugos. "Podía ser tu panadero o tu costurera", explica. Para el corresponsal esta situación deja dos posibles elecciones "ser verdugos y ver pasar la vida para tratar de sobrevivir" o "ser los héroes". A pesar de ello, Altares siembra dudas en los lectores y busca el equilibrio en su obra. Un equilibrio que solo puede hallarse si se analiza la situación de aquellos que pasaron del bando opresor al de los oprimidos, por ejemplo tras perder una guerra. Porque Altares en su obra explica que "todos somos susceptibles de ser verdugos de alguna manera". Los silencios de la libertad pregunta indirectamente a los lectores cómo habrían actuado ellos en un contexto como la Francia ocupada de la Segunda Guerra Mundial, o incluso, hasta qué punto es justa la venganza.

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Entre las imágenes que contextualizan los relatos de Los silencios de la libertad destaca una fotografía tomada precisamente en la Francia de la Segunda Mundial. "Si hay algo que consideramos justo es la liberación de Europa de las manos de los nazis, pero incluso en esa liberación de Europa tan justa y tan necesaria para librarnos del totalitarismo, se produjeron cosas horribles", explica. El 16 de agosto de 1944 el icónico fotoperiodista bélico Robert Capa fotografió a una mujer, en Chartres, que llevaba a un bebé en sus brazos. Esta madre, cuenta Altares, llevaba tras de sí a un grupo de mujeres. Eran militantes de la resistencia francesa que acababan de raparle la cabeza. La siguieron hasta su casa en medio de insultos, de humillaciones y de burlas. "La mujer rapada era una joven que había sido partidaria de los nazis, e incluso tuvo una relación y un hijo con un soldado alemán", narra. Pero Altares aclara: "Era una mujer normal que, como tantísimos franceses, simpatizaba con los nazis e hizo lo mismo que la mayoría de la población francesa". La mayor parte de Francia sentencia el periodista "no hicieron nada, dejaron pasar la vida". Se situaron junto a los verdugos.

A woman, with her baby whose father is German, and her mother are jeered and humiliated by crowds in Chartres after having their heads shaved as punishment for collaborating with the German troops. (Photo by Robert Capa/Getty Images) / Robert Capa

Altares cuenta en su ensayo sobre el camino europeo hasta la democracia que, cuando se liberó París, "la Resistencia mató directamente a tres colaboracionistas y a las mujeres las raparon y torturaron". La joven madre francesa, de la foto de Robert Capa, fue procesada porque la acusaban de haber denunciado a unas vecinas para que las deportaran. Se demostró que era falso pero aunque la liberaron, su pasado la persiguió siempre. "Murió alcoholizada, jovencísima, con 40 años", sentencia. Recuerda el corresponsal que esta manera de hacer justicia en la Francia de la posguerra es algo que fue celebrado durante años pero que acabó ocultándose de la conciencia francesa, "como si aquello no hubiese pasado nunca". La gente se acostumbra a todo, incluso a la violencia extrema, afirma Altares. Más aún si se exime de responsabilidad a quién ejerce esta violencia, explica.

En España, aunque olvidado, también se sufrieron este tipo de vejaciones contra aquellos que traicionaron a la patria según el pensar del momento. Fue un fenómeno que se dio en el franquismo, recuerda Altares. "A las rojas además de raparlas les obligaban a tomar aceite de ricino para provocarles diarreas incontrolables mientras las hacían pasear por el pueblo", lamenta. En muchos casos, añade, eran juzgadas y asesinadas. Altares comenta que un relato de la Guerra Civil en Valladolid le impactó por la indiferencia con la que se observaba la violencia. El gobernador de Valladolid publicó un bando pidiendo a la población comportarse, explica, "porque iban niños y mujeres a contemplar los fusilamientos comprando churros y anís. Era un espectáculo ver a la gente morir".

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En cualquier caso, comenta Altares, se buscaba dejar impresa en estas personas el sello del rechazo y la reacción pública. "Querían que se les repudiara", cuenta. Con el repudio público se abandona cualquier responsabilidad sobre lo que ocurra al receptor de ese rechazo. Y en ese sentido, Altares alerta sobre algunas de las actuales potencias del mundo: China y la India. El gigante asiático, comenta, "ha hecho la transición de una democracia a una dictadura, alejándose de la democracia con un sistema represivo desconocido en el mundo, basado en el reconocimiento facial", señala. Mientras que en el caso de La India, Altares ve en la xenofobia antimusulmana de su presidente, Narendra Modi. un peligro que está corrompiendo a la considerada como democracia más poblada del mundo.

El periodista tiene un ejemplo muy claro sobre la manera en que el mundo se enfrenta a las dictaduras en la actualidad, especialmente desde los estados democráticos. Su ejemplo claro es el príncipe saudí Mohammed bin Salman. Altares denuncia: "En muchísimos informes le acusan directamente de tomar la decisión de asesinar y descuartizar a un periodista y, fue un apestado durante un rato, pero en seis meses se olvidó todo". Y precisamente sobre el olvido de los crímenes el periodista reflexiona acerca de la deriva de la memoria colectiva. "No voy a hablar de la banalidad del mal pero Tik Tok se está convirtiendo en una peste, ¿a cuánta gente ves ahora posando en un sitio como Auschwitz?

 
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