Celso Giménez: "No basta con no ser fascista, hay que ser antifascista. PP y Vox son las mismas personas con los mismos bajos instintos"
El director de 'La Tristura' debuta en solitario con 'Las niñas zombi', una obra sobre la herencia y la memoria, sobre los nuevos significados de la palabra zombi y la visión de las nietas de la Guerra Civil sobre el conflicto
Celso Giménez: "No basta con no ser fascista, hay que ser antifascista. PP y Vox son las mismas personas con los mismos bajos instintos"
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Celso Giménez es escritor y creador escénico, miembro y director del colectivo artístico La Tristura, del que forman parte también Itxaso Arana y Violeta Gil, que estuvo el año pasado en La Hora Extra presentando 'Llego con tres heridas', su primera novela. Celso da también el paso en solitario con 'Las niñas zombi', que acaba de estrenar en el Centro Cultural Condeduque de Madrid. Si hubiera que resumir en una frase de qué va Las niñas zombi, diríamos que es una obra sobre los nuevos significados de la palabra zombi y la visión de las nietas de la Guerra Civil sobre el conflicto.
El de los zombis es un género por sí mismo, tiene millones de seguidores en todo el mundo. Ha pasado de ser algo friki y de entretenimiento con películas como Malnazidos con zombies en la Guerra Civil y que vimos el año pasado, a productos de culto y con una profunda carga social y política, como The Walking Dead o The Last of Us. Para ti, los zombies, por ser una masa, por estar agrupados, tienen algo de clase social, ¿no?
Sí, aunque yo nunca he sabido mucho de zombis. Fue una conexión que hice y a partir de ahí fui tirando del hilo y sí, lo que más me importó cuando hice la conexión, tenía que ver con la idea de monstruo plaga. Un solo dragón te arrasa la ciudad en un momento dado, pero un zombi solo no. Es la acumulación y es una cosa de clase social muy clara. Me gustaba bastante esa conexión y por eso todo lo que tenía que ver con guerra, con guerra civil, con memoria, con masa, con comunidad, con bandos.
Belén, Teresa y Natalia son las protagonistas, tres primas cuyos padres se están repartiendo la herencia del abuelo, una casa, una herencia material. Pero hay otra herencia que llega hasta estas tres chicas. Una de ellas es la de la clase social. Ese proceso de zombificación, algo que se hereda de generación en generación. Qué oportunidades tuvieron nuestros padres, dónde se criaron y qué acceso a la educación tuvieron. Algo que nos determina, una conciencia de clase que a vosotros también en La Tristura os ha interesado.
Sí, la verdad es que pasa siempre, algunas cosas que nunca has pensado, como en este caso la semántica zombi, están al lado de otras obras que de alguna manera te van acompañando. Obsesiones que acaban forjando un poco tu carrera y tu forma de hacer. Para mí, la verdad, en la vida también doméstica, la clase social es algo que no puedo quitarme de la cabeza. Siempre, cuando conoces a alguien, entiendes de dónde viene, cómo han sido sus de los cinco a los 15 años, con quién se ha juntado, qué tipo de privilegio ha tenido o no ha tenido. Y eso es como un cristal sobre el que miro muchas cosas, queriendo o sin querer.
Pero a veces ahora cuesta más saber de dónde viene cada uno. Lo comentábamos con Alana S. Portero hace un par de semanas, que hoy parece que da vergüenza asumir que uno es de clase obrera. Intentamos renunciar a nuestros orígenes. ¿Es esta una herencia irrenunciable?
Yo creo que ahora mismo bastante, sí. Y también me da la sensación que de lo que se trata es de que no se sepa para homogeneizar esto. Y creo que también por eso a mí me interesa este tema y me meto dos o tres años en esto, por los dos lados de la mesa. Yo no tengo la vergüenza de la social baja y tú no tienes la vergüenza de la clase social alta, porque en los últimos diez o veinte años, los ricos no tienen que parecerlo. Estoy hablando muy en general. Obviamente habrá de todo, pero que estemos todos en una especie de medio que haga dar una falsa sensación de igualdad o que miremos un poco más allá de esa sensación.
Aquí invitas a resignificar la palabra zombie, un concepto fuertemente ligado a la creencia del alma dual. Explícanos esto de las dos almas y ese proceso de zombificación.
En la obra se explica rápidamente para quien venga a verla. Viene de Haití, de la de la región vudú, explicado muy rápidamente ellos creen que hay al menos dos tipos de alma. Una de ellas es la que puede ser extraída y si te la extraen, te mueres. Y no hay más, está ligado a la vida en sí. El otro concepto, que también está ligado a la vida, es la personalidad. Ese sí puede ser robado y tú de alguna manera quedas relativamente vivo. Un no muerto que puede hacer algunas funciones, pero no existes tú. Tu personalidad desapareció de lo que tú eras. Y es ahí donde se abre otro ser a medio camino.
Hablabas de la homogeneización. No sé si precisamente esa pérdida de memoria, de sentimientos y de personalidad en un mundo tan globalizado y que tiende a la homogeneización, es lo que estamos perdiendo, esa segunda alma.
Sí, sí. No lo había pensado exactamente con esas palabras, pero totalmente. Ese es el campo semántico. Y la obra un poco habla de eso, de un hombre que durante unos 40 años aproximadamente tiene que perder su identidad, se tiene que esconder, tiene que ser otra persona, camuflarse, huir, pasar desapercibido, que nadie se sepa quién es realmente.
Hay otras herencias y es la memoria del trauma que se hereda y que nos contaba también la escritora Elvira Navarro en 'Las voces de Adriana' el año pasado. Aquí se habla de tres generaciones. La que sufre una guerra o un trauma muy fuerte. Es la primera generación de exiliados que no hablan de lo que les ocurrió porque no tienen un lenguaje. La segunda generación es la de lo innombrable. Están muy ocupados para atender estos asuntos. Y la siguiente, la tercera generación es la generación de jóvenes que sí apuestan por escavar en la memoria de nuestros mayores. En esta última generación es donde has centrado la pieza, en estas nietas, en estas niñas que han heredado algo que no saben muy bien lo que es.
Sí, sí. En esta explicación de las tres generaciones hay bastante escrito, desde el psicoanálisis, desde la literatura también. Claro, yo me he centrado en la tercera porque es la mía. Y de alguna manera toda esta obra, que tiene que ver con nuestro pasado reciente, podría tener algo de reescritura del pasado, de género de investigación, que algo juego a nivel género, pero muy poco. Pero de lo que sí que puedo saber un poco má,s desde donde puedo hablar es desde la tercera generación. Y un matiz. No apuestan por conocer, no apuestan por investigar, yo diría pueden hacerlo porque no están tan apegadas al trauma, esta generación tiene un poquito de distancia, pero a la vez no tanta como para decir no sé ni de lo que hablas. Hemos conocido a nuestras abuelas, a nuestros abuelos, son rostros conocidos, has convivido con ellos y les has podido preguntar. Eso es lo que más ganas me da de hacer la obra. Esa es mi mi pequeña investigación, mi pequeña aportación como tercera generación.
¿Cuántos años tienes?
39.
Claro. "Esta es una obra que va dirigida a los jóvenes de 30 años. 50 años arriba, 50 años abajo", leo en el texto. Pero claro, a los que tienen 30 años o menos esto les queda muy lejano en el tiempo. ¿Es tu intención mantener esta memoria viva a los jóvenes de 4.ª o 5.ª generación, a esos 'Future Lovers'?
Los de 5ª no existen todavía, pero sí, aunque yo no me lo planteo así. Cuando empiezas la obra no, porque no quiero propagar una idea, como un preacher (predicador). Pero luego te vas dando cuenta de que algo hay de eso, de que a ti te interesa mucho una memoria y confías en que al resto también. Y me está pasando con gente que ha visto la obra y me dicen que a su abuelo o abuela le pasó algo parecido. Pues feliz.
Somos una tercera generación que puede preguntar a la primera generación, pero otra de las cosas en las que se hace hincapié en este texto también es en que la memoria es tramposa. Uno recuerda lo que recuerda y cómo lo recuerda.
Total. De hecho, cuando empecé a trabajar le pregunté a mi tío, el primogénito de Celso, y me dijo que no le cuadraba nada de lo que me había contado mi padre. ¿No te cuadra o no es?, le pregunté. No sabía y es el primogénito, el que más conoció a Celso, y me dijo es que esto nadie lo puede realmente saber. Y a partir de ahí a mí primero me dio un bajón, porque todo lo que yo iba a contar tampoco sé si me lo quiero inventar. Y luego le di la vuelta, si obviamente esto es una ficción dentro de todo esto, puedo hacerlo. Me sentí un poco más liberado también. Bueno, tramposa total. Y la memoria es ficción.
Celso es el abuelo el que adopta una identidad falsa de un muerto durante la Guerra Civil. No vamos a hablar de autoficción o teatro documental, pero sí es una historia, por lo que te estoy entendiendo, que te toca de cerca.
Sí, teatro documento no lo es. Y autoficción, bueno, es un género nuevo, radicalmente nuevo, quiero decir, acuñado como tal. Y tampoco lo considero así. Es verdad que hay mucho que está inspirado en mi propia familia y a mí eso me da un punch, me da como unas ganas y una sensación de legitimidad. Es decir, me voy a meter en este lío: Guerra civil, posguerra, 40 años de dictadura, aunque lo toque lateralmente, porque sobre todo la pieza es un retrato de esas nietas de ahora mismo. Pero obviamente todo nace de ahí, aunque me he tomado muchísimas licencias de ficción.
En La Tristura exploráis siempre cómo es la juventud. Estas tres nietas, primas, son tres chicas que sobre todo buscan la felicidad. El ser felices con su propio cuerpo, el ser felices en sus relaciones sentimentales o de amistad. ¿Se puede ser feliz en la tercera generación?
Esa es la pregunta que yo me hice durante mucha parte de estos tres años que llevo de proceso. Todos estos traumas que han vivido, quién nos ha dado a luz, cómo se transmite y todas las cosas que no sabemos por qué nos pasan, si tiene que ver con lo que hemos adquirido y heredado más allá del código genético. Para mí es como una pregunta súper capital en el proyecto que yo mismo no me llego a responder. Está construida desde ahí parte de la pieza, de cuánto nos afecta. Ellas se lo preguntan. Hemos vivido con lo que no sabíamos que había pasado, lo que no sabíamos que había pasado en nuestra familia, realmente nos ha influido de una manera capital en nuestras relaciones sentimentales. Para mí, la respuesta, sin que sea una respuesta taxativa, es que es posible. Al final es un trabajo de intentar entenderte y creo que comprendiendo un poco más de dónde venimos, nos puede dar muchas claves para esa felicidad que siempre ansiamos.
Es una obra que dialoga con otras obras vuestras anteriores también, por ejemplo con CINE, donde abordabais la situación de los niños robados en España, temas de los que se habla poco en nuestro país.
Sí, la verdad es que estos días me estoy acordando bastante de CINE. En el escenario, gráficamente hay algo que me recuerda a a CINE y es verdad que en ambos casos había un tema político de manera explícita, pero que estaba tamizado, que estaba de alguna manera puesto al lado de otros. Es un retrato contemporáneo, que es una frase de Nina Simone, que siempre en La Tristura nos viene mucho. Es algo así como que la misión de un artista es reflejar los tiempos en los que vivimos y al final es eso. No es una reconstrucción histórica, aunque yo hablo mucho en el proceso y es normal que se hable de esto, pero lo que estamos viendo de alguna manera y para mí es súper importante también esto y lo hablo mucho con las chicas, es que estamos haciendo un retrato del 2023 y lo que queremos señalar de ese retrato. En este caso es esa línea que nos conecta con otros tiempos, pero sí, y en CINE también había algo de eso. Yo las estoy enfrentando ahora más de lo que me había dado cuenta.
¿Y se habla poco de estos temas o se está hablando más y de forma diferente y conectando con lo contemporáneo? Me estoy acordando de Las guerras de nuestros antepasados o de Canción del primer deseo.
Es curioso que hay algunos temas, al menos en España, que parece que estamos hablando siempre cuando en realidad no se están filtrando casi nunca. No se puede hablar en según qué lugares y de según qué manera y eso significa que no hay una conciencia generalizada de que eso fue así. Por ejemplo, en CINE teníamos un pequeño trozo de texto que a mí me ayudó a entender esto en comparación a los niños robados argentinos. En el telediario en Argentina dicen: hoy se encontró al 123. Es un lenguaje que tienen. Ya saben que es el niño robado que va después de los 122 niños robados antes. Se ha encontrado, se ha hecho las pruebas de ADN y se ha confirmado. 123. Son tres palabras. ¿Eso que significa? Que hay toda una conciencia sobre ese tema, de cuál es esa problemática, que se están buscando, que se están encontrando y que las Abuelas de Plaza de Mayo son quienes son. No tienes que decir ni Abuelas de Plaza de Mayo, ni dictadura ni represión. Puedes decirlo si quieres, pero no hace falta porque está totalmente instaurado. Para mí es un buen ejemplo de que seguimos hablando porque no está claro. Hoy parece que 70 años es mucho tiempo o que 40 años es mucho tiempo y no es absolutamente nada. Así que es bonito que se filtren estas obras que últimamente están saliendo, estas novelas, estas pelis de la Guerra Civil. Aquí apenas se menciona la guerra civil, pero de alguna manera es todo nuestro pasado reciente, que nos afecta de una manera capital y que como ha habido un pacto de olvido y de silencio, hay un dique. A nivel artístico, mucha gente entendemos que para limar ese dique hace falta escuchar, hablar mucho más, más allá de obras puntuales, que se genere un debate que vaya más allá del de las obras artísticas o en paralelo.
Andrés Lima, otro director de teatro que no para de trabajar, ya ha adelantado que su próximo proyecto va precisamente sobre la Guerra Civil porque dice que le preocupa el auge de los fascismos en España, en Europa. ¿A ti también?
Sí, obviamente es una preocupación bastante clara. Y es verdad que no sólo en España, es un poco global. A mí me preocupa obviamente mucho y somos personas que tenemos que hablar. No sé cómo decirlo, ya que no entiendo el alerta antifascista. No es que lo entienda, lo vivo, lo soy, estoy ahí. Pero al final las tendencias se mueven. Es decir, el Partido Popular era el Partido Popular hasta que salió VOX. Son las mismas personas. Creo que eso es más importante tenerlo en cuenta que decir bueno, sí, alarma antifascista, obviamente siempre. Y no hay que no ser fascista, hay que ser antifascista. Son las mismas personas y son las mismas fuerzas telúricas, en el mismo lugar del cerebro reptiliano, esos bajos instintos. Entonces creo que tenemos que hablar si se puede, a veces no se puede, porque es verdad que es difícil. Y más allá de esas etiquetas, encontrar esos puntos, por qué está pasando todo esto, no solo en algunas élites neoliberales, sobre todo económicas, que obviamente están interesadas en que eso sea así, sino toda la gente que en un momento dado puede seguir esos instintos o que puede comprar ese discurso es por algo. Y creo que nos tenemos que hacer cargo en la medida de lo posible también eso.