A vivir que son dos díasLa píldora de Leila Guerriero
Opinión

El último verano

"En este mundo sin antídoto para el mal del tiempo, los recuerdos que no tengo del último verano me traen un rescoldo del aroma del agua, el pudor de una brasa donde todavía fulgura la cuenca dorada de toda aquella miel"

El último verano

El último verano

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Buenos Aires

No recuerdo cuándo fue el último verano. No hablo del verano pasado sino del último verano. El último verano de ver copular a las mariposas. El último verano de ponerse por primera vez las sandalias del último verano. El último verano de chillar de gozo al descubrir abierta la heladería que sólo abría los veranos. No lo recuerdo. No recuerdo cómo fue el último verano en que nos zambullimos por primera vez en la piscina del último verano. El último verano en que corrimos hacia el agua clorada del último verano. El último verano en que advertí el aroma de los tilos del último verano. No recuerdo cuándo comí los últimos higos ni cuándo caminé descalza por las baldosas mojadas del patio del último verano ni cuál fue el último verano en que me sorprendió el dolor de los hombros quemados por el sol del último verano. No recuerdo el mar del último verano. No recuerdo los vestidos del último verano. No recuerdo la navidad ni la sal ni el sudor del último verano. Sé que hubo un último verano y sé que estuve ahí, cuando todos llevábamos las rodillas raspadas y los vestidos cortos y los pantalones rotos y el pelo sucio y los dientes blancos, y sé que fue el último verano de aprender las primeras cosas, de respirar por última vez el susurro transparente de las uvas, de ser por última vez un puñado de héroes que desconocían la derrota. Después fue el tiempo de guardar las bicicletas, de no volver a contemplar estrellas, de cuidarse del rocío y de la lluvia, de temer a la intemperie, de ver morir. Hay unos versos de Ezra Pound que dicen: “Y los días no están lo suficientemente llenos/ Y las noches no están lo suficientemente llenas / Y la vida pasa como un ratón de campo/ Sin agitar la hierba”. Son versos que hablan de la vida adulta. En este mundo sin antídoto para el mal del tiempo, los recuerdos que no tengo del último verano me traen un rescoldo del aroma del agua, el pudor de una brasa donde todavía fulgura la cuenca dorada de toda aquella miel.

 
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