Amor en la residencia de mayores: "Yo ya creía que iba a morir sin una persona amiga que me diera la mano"
Tuca y Jesús se conocieron en el centro de tercera edad de Caranza-Ferrol y se casaron con casi 80 años, tan solo seis meses después de intercambiar sus primeras palabras
Tenemos que hablar (programa) | Amor en la residencia de mayores
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Madrid
Cuando Tuca se planteó vivir en una residencia de mayores, creyó que estaba tomando “la última decisión de su vida”. En ese momento, pasados los 70 años, no sabía que aún le quedaría otra decisión muy importante por tomar: darle el “sí quiero” frente al altar a Jesús, compañero del centro de mayores al que conoció una mañana mientras desayunaban.
Aquel día, recuerdan, a Tuca y Jesús les tocó sentarse juntos y comenzaron a intercambiar opiniones sobre diferentes lecturas. A ella le gustaba La vida es bella. Él, que acababa de publicar su libro de memorias, se ofreció a quedar por las tardes para leérselas y conocerse mejor. “Y así es como comenzó más en serio todo el proceso”, rememora Jesús sentado en una sala con vistas a la Ría de Ferrol en la residencia de mayores de Caranza. Y por “proceso” se refiere al enamoramiento que lo empujó a pedirle matrimonio a Tuca, que no dijo que sí hasta no tener bien claro que su párroco aceptaba esta unión.
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"Me gustó su calidad humana, su valía, simpatía y sinceridad. También lo graciosa que es. Todas sus cualidades y virtudes", describe Jesús al ser preguntado por qué le enamoró de Tuca. A los casi 80 años, y después de 40 viuda, ella ya no confiaba en encontrar el amor: "Yo pensaba que me iba a morir sin una persona amiga que me diera la mano o me cerrara el ojo, me daba pena”, reconoce Tuca. Encontrar a Jesús, sin embargo, le dio la ilusión que necesitaba para seguir viviendo: "Ahora todo me hace gracia", explica con una sonrisa y las manos entrelazadas a las de su reciente marido.
Volver a enamorarse en la vejez
La historia de estas dos personas que se conocieron y se casaron en la última etapa de su vida invita a reflexionar sobre la forma en la que elegimos a las parejas a medida que pasan los años. Ambos comparten la idea de que valoran mucho más su relación porque ya han descartado "muchas cosas que no les gustaban o les estorbaban en la vida", y ahora "una hora juntos tiene muchísimo más valor", como considera Tuca.
La escritora Isabel Allende, que se separó de su segundo marido y se volvió a casar a los 77 años, comparte la misma postura cada vez que se le pregunta en una entrevista por cómo es enamorarse a su edad: "Yo digo que es igual que enamorarse a los 18, pero con una sensación de urgencia. ¿Cuánto tiempo tengo por delante para estar sana, lúcida y tener energía? Pocos años, y tengo que aprovechar cada minuto de esos años... no hay tiempo para pequeñeces, celos, tonterías. Todo eso hay que pasarlo por alto para poder vivir lo más posible los años felices que tenemos”, explica ella misma en una conversación con el periodista Jorge Ramos en Univisión.
Esta sensación de urgencia que surge a medida que avanza la vida la describía también el catedrático de psicología de la memoria, José María Ruiz-Vargas, en una entrevista en A vivir que son dos días entre Javier del Pino y Juanjo Millás. Ruiz-Vargas explica que hay un momento que la persona adulta deja de considerar como elemento contabilizador de su vida la edad cronológica, y pasa a tener en cuenta la sensación subjetiva del tiempo futuro. "El horizonte está más cerca y eso produce un cambio en la motivación y en los objetivos emocionales. Por eso, las personas suelen coincidir en que lo que más les importa es pasar más tiempo con su familia y amigos, disfrutar de un paseo o simplemente ser feliz".