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Venecia 2023 | Bonello sorprende con 'La Bestia', un melodrama futurista que enseña a lidiar con el miedo

El director adapta a Henry James en una historia de amor y ciencia ficción que pone en duda al patriarcado con Léa Seydoux y George MacKay en tres épocas: pasado, presente y futuro

Fotograma de 'La bestia'

La tecnología es un elemento interesante para plantear los dilemas a los que se ha enfrentado y se enfrenta la condición humana. El amor, la pulsión, el miedo, el egoísmo, ¿significan lo mismo en 1910, en 2014 o en 2044? Esa es la pregunta que se hace el francés Bertrand Bonello en La Bête, una libre adaptación de La bestia en la jungla, relato de Henry James, que ha sido toda una sensación en el Festival de Venecia. A la sombra de David Fincher, el francés se ha ganado al público con una drama amoroso que invita a reflexionar no solo sobre el presente, sino sobre el futuro y eso tan inquietante que llamamos inteligencia artificial.

El director imprime una mirada femenina al relato de Henry James. La protagonista aquí es una mujer, enamorada y abrumada por una sensación de que algo terrible va a ocurrir en su vida. El miedo a que pase algo es lo que mueve su vida, a la que asistimos en tres periodos de tiempo. En 1910, con la gran inundación que asoló París, en 2014 -antes del Me Too como apuntaba en la rueda de prensa- donde un crimen machista está a punto de cometerse en Los Ángeles, y en 2044, el futuro donde la tecnología es capaz de borrarnos el sufrimiento de los recuerdos pasados, y también del desamor. “Tenía muchos motivos para hacer esta película, y uno de ellos era hacer un melodrama. Y cuando pensaba en un melodrama, siempre volvía a esa novela de Henry James, que llevaba en mi escritorio muchos años. Es una de las novelas más desgarradoras, horribles y hermosas. Así que decidí usarlo como punto de partida", explicaba el director, que combina el melodrama con la ciencia ficción y hasta el slasher.

Léa Seydoux, siempre perfecta en sus trabajos, es la protagonista, una joven que quiere librarse de sus emociones y decide purificar su ADN en una máquina que le hará atravesar a su yo de otra vidas pasadas, para así librarse de todo dolor. En ese viaje por el tiempo siempre se encuentra con lo mismo: una paloma que augura mala suerte, un trabajo que nunca es satisfactorio y su gran amor, al que interpreta George MacKay. Ambos conducen al espectador por las diferentes épocas, repitiendo frases, escenas y tragedias, en un intento de mostrar cómo la historia es cíclica y el miedo y el amor son cuestiones inherentes al ser humano, no importa las tecnologías que desarrollemos para controlarlas. “Creo que hay dos tipos de miedos, uno que te empuja a hacer las cosas y otro que te paraliza. Pero sobre todo, el miedo te hace sentir vivo. Creo que Nietzsche dice que el miedo es la mejor parte de la humanidad, hace que te sientas vivo y que encuentres soluciones. Por lo tanto, un mundo sin miedo sería el fin del mundo”, reclamaba el director.

En un juego de estructuras, el director va llevando al espectador casi como por un laberinto: “La estructura es compleja. Es como un juego, un juego matemático. Pero por dentro, todas las secuencias son muy simples. Todas las emociones que se proponen en las escenas son básicas. Lo que los personajes se dicen es muy simple, mucho más simple que en mis otras películas. Están hablando del miedo”, insiste el autor de Nocturama. Bonnelo sale de nuevo indemne al mezclar varios géneros. Si en Zombie Child el género de zombies, la coming of age y la denuncia del racismo funcionaban, aquí lo hace el combo de melodrama y ciencia ficción. La puesta en escena acompaña a este relato circular, con un cuidadísimo diseño de producción e ideas visuales interesantes, como las palomas, el uso del vídeo en Youtube -solo falta que salga la adolescente de Coma-, la banda sonora que, como en el resto de sus películas, filma este músico y director.

La Bête recuerda a veces a esa infelicidad que emanaba Olvídate de mí, la cinta de Michel Gondry, donde los amantes, se sometían a un lavado de los recuerdos para no sufrir por una relación anterior. Sin embargo, como en todo el cine de Bonello, la historia íntima de estos personajes tiene un trasfondo político que va más allá. Está la crítica a la tecnología, a cómo lidiar con los peligros y el descontrol que puede traer. Cómo mantener las emociones en un mundo gris y eficiente, pero cada vez más inhumano. Habla también de los falsos gurús, esos que leen las cartas, la mente o que te envían spam por internet. Está el machismo y la violencia que el patriarcado ejerce contra las mujeres. Un tema que centraba su maravillosa Casa de tolerancia, donde ponía la cámara para contar la vida de un grupo de prostitutas.

El amor a lo largo de los siglos, casi como una condena, es uno de los pilares del filme de Bonello y es una idea que subyace también en otra de las películas del día. Metaverso y universos paralelos que se repiten y rompen el eje espacio tiempo tiene otra de las sorpresas en competición, The theory of everything, del alemán Timm Kröger. Una historia en blanco y negro que homenajea al cine de la nouvelle vague y del neorrealismo y que usa la idea de la teoría de las cuerdas y los mundos paralelos para atravesar la dura y terrible historia reciente de Alemania. Dice el director que su película habla de la paranoia de alguien que se toma a sí mismo y todo lo demás, demasiado en serio y que ansía tener un sentido para cada cosa.

La premisa es simple, en 1962, cuando la sociedad alemana empieza a sobreponerse del dolor de Segunda Guerra Mundial, un joven estudiante, Johannes Leinert, viaja a un congreso de físicos en los Alpes suizos. Hay expectación por una nueva teoría que va a revolucionar la física cuántica y que un científico iraní viene a explicar. Mientras el protagonista se enamora de una joven pianista que sabe cosas de él, de su pasado y de su futuro, aparece un muerto y, con él los detectives que investigan esa muerte.

La trama de misterio, como la del cine negro de la época, acaba convirtiéndose en una rocambolesca y curiosa historia de repeticiones, saltos temporales, recuerdos y pesadillas. Al parecer, todo se debe al uranio que hay debajo de esas montañas, y que no es tan diferente del que usó Oppenheimer en la dichosa bomba atómica. Todo este rocambolesco relato aprovecha para hablar del holocausto y de la división de Alemania en dos bloques. Un viaje por la historia de aquel país a través de una historia de amor y también de miedo, como pasaba en el film de Bonello.

 
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