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Opinión

Milagro Murakami

"Hay quien piensa que fue un milagro que Murakami acudiese a Oviedo a recoger el premio Princesa de Asturias. No se prodiga nada en público. Las miradas lo espantan"

Milagro Murakami

Galicia

Hay quien piensa que fue un milagro que Murakami acudiese a Oviedo a recoger el premio Princesa de Asturias. No se prodiga nada en público. Las miradas lo espantan. Pero quizá milagros solo hay uno, y se produjo en 2009, cuando unos pocos estudiantes de bachillerato del Instituto Rosalía de Castro, en Santiago, le concedieron el premio San Clemente. Todos los ganadores hasta la fecha habían ido siempre a recogerlo en persona: Vargas Llosa, Javier Marías, Almudena Grandes, Paul Auster, Saramago, Amelie Nothomb, Carlos Fuentes… ¿Dejaría de ir Murakami? Su editorial en España se rindió enseguida. Imposible, demasiados muros que franquear, les dijeron. Pero los responsables del premio no se rindieron. ¿Conocían a alguien en Japón? No. ¿Y a alguien que conociese a alguien? Tampoco. Pero tenían, a las afueras de la ciudad, el concesionario de Toyota, marca de coches absolutamente japonesa. Algo era algo. Actuaron a la desesperada, pero con audacia. Exageraron, y les explicaron que estaba en juego el prestigio no de Murakami, sino de su país. Ojipláticos, pero vagamente interesados, los del concesionario llamaron a Toyota Madrid, donde también alucinaron, aunque por seguir el juego trasladaron el mensaje a Toyota Tokio. Pasaron semanas, meses, un año. Y un día, en el instituto Rosalía, sonó el teléfono. Llamaban desde Japón, de parte de Murakami. Fue una fantasía. Hubo milagro.