Jurar
"Jura tanto quien pone por testigo a Dios como quien blasfema cagándose en su divinidad. Y si cuando juramos algo a alguien comprometemos nuestra palabra, cuando "se la juramos" le estamos anunciando una inminente venganza"
Jurar
Madrid
Salvo baldaquino, hoy la palabra no tenía mucha competencia: jurar. Un verbo que nos llegó del latín 'iurare', con las mismas raíces del 'ius/iuris' que nos remite a la justicia, a la ley. En su origen era afirmar o negar algo poniendo por testigo a Dios, por eso muchos prefieren usar en su compromiso la laica promesa. En lo que hoy nos ocupa, el verbo fue adquiriendo nuevos sentidos. Porque si hace tres siglos el diccionario nos decía que jurar era "reconocer solemnemente la soberanía de un príncipe", desde hace un siglo (1914) es también "someterse solemnemente a los preceptos constitucionales de un país", cosa que hoy hacen reyes y príncipes en las monarquías parlamentarias.
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Jurar es un verbo que tiene sus trampas. Porque jura tanto quien pone por testigo a Dios como quien blasfema cagándose en su divinidad. Y si cuando juramos algo a alguien comprometemos nuestra palabra, cuando "se la juramos" le estamos anunciando una inminente venganza. Al acto de jurar lo llamamos jura o juramento, que tuvo una forma en desuso que era juramiento. Quizás podríamos recuperar este vulgarismo como neologismo para referirnos a quien perjura, al que jura en falso, o a quien abjura, que es quien reniega del compromiso adquirido en la jura. Y en esta materia a Leonor, como a cualquier mortal, no le costará encontrar antecedentes entre sus antepasados.
JURAR | La palabra del día de Isaías Lafuente