A vivir que son dos díasLa píldora de Tallón
Opinión

Un clavo ardiendo

"Antes o después todos nos aferramos a clavos ardiendo, porque no hay nada más a mano a lo que agarrarse. Aunque las cosas demasiado calientes dan miedo; pueden dejar de ser metáforas de salvación"

Un clavo ardiendo

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Un gobierno recién constituido siempre genera ficciones. Da igual cuáles; ficciones. Cada uno proyecta las suyas, porque todos de vez en cuando estamos necesitados de ver espejismos; son reparadores. Pasa como cuando se avería la nevera o la lavadora, y la desoladora idea de llevarla a arreglar, o de comprar una nueva, te hace confiar ciegamente en que si te acuestas y te duermes rápido, durante la noche el electrodoméstico volverá a su estado original, y funcionará sin tocarlo. En esa delicada fase se encuentran quizá muchos ciudadanos: desesperados por creer en algo que pueda salir bien para sus intereses, aunque no sepan cómo. Le basta el milagro, donde los hechos se ponen de cara sin necesidad del entendimiento. Antes o después todos nos aferramos a clavos ardiendo, porque no hay nada más a mano a lo que agarrarse. Aunque las cosas demasiado calientes dan miedo; pueden dejar de ser metáforas de salvación. Hace años, el amigo de un amigo llegó borrachísimo a casa, y diciendo que era Lucifer. «Soy Lucifer, soy el mismísimo diablo», proclamaba. Su padre le metió la cabeza debajo del grifo. Cuando parecía que al fin se tranquilizaba, comenzó a gritar: «¡Estoy en el infierno!», «¡Ardo en el infierno!», «¡Me quemo!». El padre no entendía nada, hasta que empezó a salir humo de la cabeza del chaval. Rozó el agua y comprobó con horror que hervía.

 
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