Que viva para siempre
“"Estoy rezando por usted, Mary, quiero que viva para siempre”. Yo miro todo eso dentro de mí y me digo lo mismo: estoy rezando por ese paisaje, quiero que viva para siempre"
Que viva para siempre
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Buenos Aires
Hace un tiempo fui al doctor Li, el acupunturista. Ya no puedo decir “mi” acupunturista, porque no puedo decirle mío a casi nada. Los posesivos se me escapan. Como sea, estaba en lo del doctor Li, que ya no era el amoroso señor chino de 82 años que me masajeaba los pies hasta que me quedaba dormida sino un hombre de manos fuertes que clavaba agujas que me hacían chillar de dolor para, curiosamente, quitarme el dolor, y me pregunté dónde iba él después de dejarme ahí, completamente atormentada. Le pregunté y me dijo “Miro planta”. Me pareció precioso: el doctor Li mira sus plantas mientras yo, resplandeciente de acero, contemplo mi paisaje interior. Hay un paisaje insistente dentro de mí, donde me veo junto a aquel mar, subiendo aquella escalera en medio del olor de los trópicos hasta llegar a mi choza sin agua caliente, sin luz y con colchón de esparto, a mi pequeño balcón rebosante de ardillas. Pero si aquel paisaje era barroco, si parecía tejido con el encaje frondoso de la selva, del musgo riguroso, este que contemplo ahora es un estanque de hielo que puede llenarse de cualquier cosa. Cuando lo miro, veo toda la potencia que puede haber en él y una voz me dice aquí podría correr un río, aquí podría haber una cascada como un velo de plata, aquí unos árboles y aquí la arena y aquí el reflejo del sol, y así reverberaría el agua como una placa de diamantes y así colgaría la luz y así sería el aire, como la cuerda tensa de un harpa de hierba, y así sería el cielo, como la hermosa curva de la mejilla de una mujer hermosa, y allí habría piedras y allá el temblor de las montañas y no habría ni una nube. Sobre el final de un relato de Truman Capote, él y la empleada doméstica con la que ha estado todo el día fumando marihuana mientras la sigue por departamentos vacíos, están en una iglesia. La mujer le pregunta si reza. Él dice que sí: “Estoy rezando por usted, Mary, quiero que viva para siempre”. Yo miro todo eso dentro de mí y me digo lo mismo: estoy rezando por ese paisaje, quiero que viva para siempre.