Carrero, el fandango de Morente, diez sindicalistas y un muerto olvidado. 20 de diciembre de 1973: un día de furia en España
Hora 25 realiza un recorrido por las frenéticas 24 horas del día en el que ETA asesinó a Carrero Blanco
Carrero, el fandango de Morente, diez sindicalistas y un muerto olvidado. 20 de diciembre de 1973: un día de furia en España
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Madrid
El 20 de diciembre de 1973 ETA mata al presidente del Gobierno Carrero Blanco en Madrid. Todo lo que pasaría ese día en la capital de España iba a quedar marcado por el atentado. Pero aquel no fue el único hecho histórico que ocurrió ese día, ni Carrero el único muerto. Este reportaje sonoro es el relato de todos los acontecimientos de aquellas 24 horas frenéticas en la historia de España.
"Fue un día muy crudo en Madrid". Así recuerda aquel 20 de diciembre Luz María, esposa de Francisco Acosta, preso en el Proceso 1001 contra Comisiones Obreras. El historiador Fernando Castillo, madrileño de nacimiento que vivió in situ toda la jornada, nos cuenta que ninguno de los días históricos que él ha vivido en la ciudad se puede comparar con aquel 20 de diciembre de 1973: "nunca he visto jamás la tensión y el miedo como ese día. Quizás se aproximaba algo, pero desde otra perspectiva, desde la perspectiva de la consternación, del llanto, del sentimiento, el 11M. El 11M es lo único que se le parece. Ni la muerte de Franco, ni algunos días de atentado de ETA, ni siquiera el 23F se acercan a la espesura de miedo, un miedo cortante, denso como la niebla, como la lluvia helada que caía ese día sobre todo por la noche, nunca he visto el miedo en Madrid tan palpable como entonces".
Poco antes de las 6 de la mañana. Cárcel de Carabanchel. Diez sindicalistas presos duermen antes de acudir a uno de los juicios más importantes del final del franquismo, el Proceso 1001 contra Comisiones Obreras. Miguel Ángel Zamora era uno de ellos: "Yo creo que nos levantarían aquel día sobre las seis de la mañana. Estábamos psicológica y moralmente preparados para lo que fuera". Un año antes, el 24 de junio de 1972, la policía franquista había detenido a la Coordinadora General de Comisiones Obreras en el convento de los Oblatos de Pozuelo de Alarcón, en Madrid, y el juicio estaba previsto para el 20 de diciembre de 1973 a las diez de la mañana. Francisco Acosta es otro de los sindicalistas de CCOO presos en el Proceso 1001 y recuerda que los funcionarios les golpearon las puertas de las celdas para despertarlos aquella mañana: "¡Vístase usted, que nos vamos para el Palacio de Justicia!, donde se iba a celebrar el juicio, en las Salesas de Madrid".
Alrededor de las 9 de la mañana, a menos de dos kilómetros de las Salesas, el antepenúltimo presidente del Gobierno de la dictadura, Carrero Blanco, sale de misa. El historiador Antonio Rivera, autor del libro "20 de diciembre de 1973. El día en que ETA puso en jaque al régimen franquista", nos explica todo lo que hizo el presidente del Gobierno aquella mañana hasta ser víctima del atentado que los terroristas del comando Txikia de ETA, Kiskur, Argala y Atxulo, llevaban preparando algo más de un año. La explosión que acabaría con la vida del presidente del Gobierno llegaría a las 09:36, según el reloj de Atxulo. 09 horas, 28 minutos y 40 segundos, según el de Carrero Blanco.
Justo después de la explosión, los terroristas del Comando Txikia de ETA se refugian en un piso franco situado en Alcorcón. Al mismo tiempo, los diez sindicalistas presos llegan a los calabozos subterráneos del Tribunal de Orden Público. Como muestra de apoyo a los sindicalistas del Proceso 1001, fuera de las Salesas había convocada una manifestación por parte del PCE, Comisiones Obreras y prácticamente todas las organizaciones antifranquistas. De pronto, la cola que había para entrar en el juicio desaparece: "vemos que están disolviendo a todas las personas que están allí en la cola a base de contundencia, de dar palos", cuenta Luz María. Era evidente que algo estaba pasando. Nicolás Sartorius, otro de los presos en el Proceso 1001, y Cristina Almeida, una de las abogadas que se encargó de la defensa de los sindicalistas durante el juicio, explican cómo se enteraron de que Carrero Blanco había muerto.
Gracias a la grabación de radioaficionados podemos escuchar la emisora de la Policía y la conversación establecida entre el puesto de mando y los agentes que acudieron al lugar de la explosión. En dos minutos de audio, oímos cómo la confusión es total entre los agentes. El puesto de mando pregunta constantemente por el estado del presidente del Gobierno. Finalmente, uno de los agentes presente en el lugar alude a que "parece que el coche que hay en el tejado es el del presidente del Gobierno y parece ser que está muerto". Otro dice que todavía les es imposible confirmarlo, pero que parece que está muerto. Y así era. Estaba muerto. Como su escolta, Juan Antonio Bueno Fernández, y su chófer, José Luis Pérez Mogena.
El hijo del chófer de Carrero Blanco
El hijo del chófer del presidente se llama José Luis Pérez Grados. Así recuerda el momento en el que se enteró de que su padre había muerto: "El 20 de diciembre yo tenía 7 años, estaba en el colegio y teníamos la función de término del trimestre, de navidades. Hicimos la función normal y corriente, pero cuando salgo del colegio me está esperando un tío mío, un tío segundo hermano de mi madre. En ese momento no me extrañó, porque como vivíamos muy cerca pues me recogió y me llevó a su casa. De ahí ya no tengo ningún recuerdo más. Es el día siguiente cuando me despierto en casa de mi tío y me dice que mi padre ha muerto".
Pérez Grados recuerda mucho follón en casa, gente que no conocía, su madre hundida completamente, pero en ese momento él no es consciente de lo que está pasando: "ya es años después cuando me entero de qué es lo que pasó ese día en Madrid y lo que nos afectó a nosotros". José Luis describe a su padre como una persona muy familiar, amigo de sus amigos y para el que lo fundamental era su familia, aunque reconoce que "tampoco tengo muchos recuerdos, tampoco pude disfrutar mucho de él en esos momentos". De lo que sí tuvo oportunidad José Luis Pérez Grados fue de ir al trabajo con su padre y que le enseñara el coche del presidente en el que acabó muriendo: "me sentó al volante, me enseñó dónde conducía él, dónde se sentaba el presidente y dónde su escolta... Eso es de las pocas cosas que recuerdo que mi padre hizo conmigo".
Momentos después de la explosión, el periodista de Televisión Española Manolo Alcalá se acerca al lugar de los hechos y consigue hablar con testigos directos. Uno de los testigos entrevistados, que vivía en el número 7 de la calle Maldonado, dice que estando en su cama todavía acostado oyó una explosión terrible que tiró hasta el árbol de Navidad que tenían puesto en casa. Fernando Castillo recuerda la tensión de aquella mañana, las contradicciones y los rumores.
El historiador Antonio Rivera concreta la actuación del Gobierno después de conocer el atentado: "la primera persona que tiene que tomar una decisión es Torcuato Fernández Miranda, que es el que sustituye al presidente del Gobierno en ese momento y es el que, desde el principio y en anuencia y en conformidad con los diversos miembros del Consejo de Ministros con los que habla, acuerdan que no se va a llevar a cabo ningún tipo de actuación excepcional. Obviamente, se produce un cierre de las salidas de Madrid, en cuanto ya conocen, aproximadamente hacia las 11 de la mañana, que se trata de un atentado.
Tratan de tomar las medidas oportunas, pero la posición es, curiosamente, de mucha normalidad". Pero el Director General de la Guardia Civil, Carlos Iniesta Cano, pretende ir un paso más allá: "emite una circular a sus guardias civiles por el conjunto de España en la que, de alguna manera, les da licencia para disparar al menor de los incidentes. Este documento es inmediatamente respondido por diversos gobernadores civiles que aprecian que Iniesta les ha usurpado el control de la Guardia Civil, que tienen a sus órdenes, y es el propio Torcuato Fernández Miranda, y el resto de los ministros, los que reconvienen a Iniesta para que anule por completo esa orden que daba licencia para matar".
El juicio del Proceso 1001 se reanuda
La tensión no para de crecer. A las afueras del Tribunal de Orden Público se organiza una manifestación de ultras pidiendo las cabezas de los presos del Proceso 1001. "Fue un momento muy delicado para nosotros", recuerda Nicolás Sartorius. "Unos momentos de tensión terrible. Los fachas gritaban: 'criminales, vamos a por vosotros'. A mí me perseguían por todos lados", cuenta Cristina Almeida. Una de la tarde. Radio Nacional lee una nota facilitada por la Dirección General de Prensa en la que anuncia la muerte de Carrero Blanco. Es la primera noticia que tiene el pueblo español de la muerte de su presidente, pero aún no se informa de que ha sido un atentado. Cuatro de la tarde. Fernando de Liñán, ministro de Información y Turismo, se dirige a la nación y anuncia el relevo en la presidencia. Sigue sin decirse que se trataba de un atentado y, mucho menos, que hubiera sido ETA. Pero a media tarde de ese día la policía ya tenía los suficientes datos como para apostar por ello.
El juicio se reanuda por la tarde en medio de una tensión absoluta, como recuerda Francisca Sauquillo, abogada defensora del preso Miguel Ángel Zamora en el Proceso 1001. El juicio no iba a servir para nada, ni hubo testigos ni dejaron hablar a los presos ni nada. Por supuesto, les condenaron a las penas que pedía el fiscal. Seis de la tarde. El cadáver de Carrero Blanco llega a la sede de la presidencia del Gobierno, donde se instalará la capilla ardiente. En los medios internacionales ya se habla de atentado, pero no es hasta una hora más tarde que en España se informa de que el presidente del Gobierno ha sido víctima de un acto terrorista.
La inauguración que no pudo ser
La tarde avanza. Ocho de la tarde. La galería de arte Kreisler de Madrid tiene planificada para esa hora la inauguración de su segunda sede en la capital. Jorge Kreisler es el director de la galería de arte que se pretendía inaugurar y nos explica qué pasó: "llegó la policía y me dijo que, por nuestra seguridad, cambiásemos el título de la exposición, que pospusiéramos la fecha de la inauguración y retirar dos cuadros de tema erótico". En principio, Jorge Kreisler se negó a hacer lo que pedía la policía, pero, después de que su madre le suplicara que lo hiciera, el director de la galería cedió e hizo caso a lo que le pedían. Kreisler evitó así un enfrentamiento con la autoridad y que hubiera pasado cualquier cosa desagradable.
Enrique Morente en el Johnny
Sin embargo, no todos corrieron la misma suerte aquella noche. En el Colegio Mayor San Juan Evangelista, el mítico Johnny, Enrique Morente tenía una actuación. Francisco Gutiérrez Carbajo era el encargado de las actividades culturales en el Johnny y aquel día estaba allí: "nosotros pusimos a lo largo de las paredes del colegio las fotos de todos los encausados en el Proceso 1001. Eso ya le molestó a la policía, que nos pidió que las retiráramos, pero no lo hicimos". El periodista, escritor y productor musical especializado en flamenco José Manuel Gamboa nos cuenta que Enrique Morente fue el primer artista que cantó en el Colegio Mayor San Juan Evangelista.
Aquel día en concreto, el cantaor decidió interpretar un fandango. Nos cuenta Juan Pinilla, cantaor y escritor del libro "Las voces que no callaron", sobre el flamenco contestario, que Morente "tomó una letra prestada de un maestro del cante de Jerez de la Frontera, José Cepero, pero era una letra que nada tenía que ver con la política". "Para ese coche funeral yo no me quito el sombrero, que la mujer que lleva dentro me ha hecho a mí pasar los más terribles tormentos". Enrique Morente cambió "mujer" por "persona" y, en el contexto del día del atentado a Carrero Blanco, la policía no se lo tomó bien. Se llevaron al cantaor granadino al calabozo y le pusieron una multa.
La policía del régimen andaba nerviosa. Esa no iba a ser la última intervención que hicieran aquel día. Once de la noche. ETA, a través de Radio París, da a conocer un comunicado en el que reconoce la autoría del atentado: "nuestra acción significará sin duda un avance de orden fundamental en la lucha contra la opresión nacional y por el socialismo en Euskadi y por la libertad de todos los explotados y oprimidos dentro del Estado español". Casi a la misma hora, el ya nuevo presidente del Gobierno, Torcuato Fernández Miranda, habla a la nación para lamentar el asesinato de Carrero Blanco y asegurar que el orden era completo en todo el país. Pero, una vez más, la dictadura estaba mintiendo.
Pedro Barrios González, la última muerte del día
A las once de la noche, el joven Pedro Barrios González, de 19 años, sale de trabajar. El chico trabajaba en uno de los dos drugstores que había en Madrid: "salió a las once de la noche, en un Madrid desierto, quedó con una amiga, tomaron un café y se fue andando a su casa. Iba andando y la lluvia arreciaba, así que decidió refugiarse en un portal que vio abierto", nos explica el historiador Fernando Castillo. En ese edificio en el que se refugió estaba Simón Sánchez Montero, histórico dirigente del Partido Comunista. Su hija, Aida Sánchez, cuenta que su padre estaba en su casa hasta que recibió una llamada de un camarada que le dijo que habían matado a Carrero Blanco.
En ese momento se va al piso que el partido tenía en la calle Alonso Heredia. La policía ya estaba tras su pista porque en el piso que ETA había usado para poner la bomba apareció esa dirección. De repente, el joven que se había refugiado de la lluvia en el portal oye un estrépito tremendo, voces, gritos y gente bajando por la escalera. La policía se lleva detenido a Simón Sánchez Montero. Pedro Barrios salió corriendo, oyó los gritos de alto que le daba la policía, se asustó y se refugió detrás de una furgoneta. Al salir a la calzada para huir, un policía que había enfrente le disparó y le alcanzó en la cabeza. El día 5 de enero, tras dos semanas de agonía, moriría en el cercano Gran Hospital. Su muerte solo la recogieron algunos periódicos y, cuando lo hicieron, fue para sugerir su posible vinculación con el atentado, pues entonces de la actuación policial no se decía palabra.
El 20 de diciembre de 1973 tuvo tres muertos que la historia ha olvidado. El joven Pedro Barrios González; el escolta de Carrero, Juan Antonio Bueno Fernández; y el chófer del presidente, José Luis Pérez Mogena. Hoy, lo que queda es la memoria de los que vivieron aquel día.
Curiosamente, Televisión Española emitió ese día una gala musical en la que Mari Trini cantó una canción titulada 'Un hombre marchó'.
Josema Jiménez
Periodista de Sanlúcar de Barrameda. Trabajo en la Cadena SER desde 2018. Antes en Hoy por Hoy, ahora...