Una brevísima Navidad
"Ojalá pudiésemos hacer algo parecido con la Navidad, es decir, declararle nuestro amor, agarrar los regalos, y deshacernos de los siguientes quince días con solo chasquear dos dedos, de modo que después del 25 de diciembre viniese el 8 de enero"
Una brevísima Navidad
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La Navidad está bien, pero aún no pasó, y eso la hace menos atractiva. Para muchos sería perfecta, quizá la época ideal, si acabase al mismo tiempo que empieza, o como mucho cinco minutos después. Pero tiene el inconveniente de la duración. Pasa demasiado tiempo entre nosotros. Me hace pensar, con envidia, en una película de Hal Ashby titulada Harold y Maude. Sus dos protagonistas, Harold, adolescente, y Maude, anciana, se conocen en un entierro y se vuelven inseparables. Un día, mientras pasan la tarde en un salón recreativo, él imprime en una máquina una chapa con el mensaje «Harold ama a Maude». Por la noche, cuando se la entrega, ella le confiesa que también lo quiere, y que esa chapa es el regalo más bonito que le han hecho nunca. Y a continuación, la tira. La arroja al mar. «Así siempre sabré donde está», le dice al muchacho, y él la mira todavía con más admiración. Tirar ese símbolo del amor al agua es un modo de guardarlo para siempre. Ojalá pudiésemos hacer algo parecido con la Navidad, es decir, declararle nuestro amor, agarrar los regalos, y deshacernos de los siguientes quince días con solo chasquear dos dedos, de modo que después del 25 de diciembre viniese el 8 de enero. Es una idea tan emocionante que casi me hace llorar. No sé por qué nunca se la pedí a Papá Noel.