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A vivir que son dos díasLa píldora de Leila Guerriero
Opinión

Gula lectora: con la vida no basta

"Claro que insistiré, intentando volver al paraíso perdido. Porque ese es el motivo por el cual leo: sólo con la vida no me basta"

La píldora de Leila Guerriero | Gula lectora: con la vida no basta

La píldora de Leila Guerriero | Gula lectora: con la vida no basta

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Buenos Aires

En 2023 leí una cantidad insólita de novelas descomunales. La primera, en abril, fue Glamourama, de Bret Easton Ellis que, aunque se publicó en 1998, me había saltado. Es una narración con la lógica enfermiza de los sueños, desbordante y febril, en la que tuve que leer dos veces una escena para entender cómo se podía producir tanto horror con el acto simple de acomodar palabras. Seguí con la entonces todavía inédita El estilo de los elementos, de Rodrigo Fresán. Protagonizada por Land, un niño entrañable rodeado de adultos desaprensivos, es una novela política, una novela de padres e hijos, una novela de amor, una novela sobre la escritura y la lectura, glaseada por el hechizo tierno de películas como Melody y el temblor retrofuturista de Blade Runner. En mayo leí Los destrozos, otra vez Easton Ellis en estado de gracia. El protagonista es Bret, algo así como el “no-soy-yo” de su autor, un chico de 17 años que relata una serie de sucesos transcurridos en 1981, cuando Los Ángeles está acechada por el Arrastrero, un individuo que comete atrocidades con los adolescentes y sus mascotas. Seguí en agosto con Amor sin fin, de Scott Spencer, una historia de amor que emana tristeza y locura, y que contiene una escena de sexo que dura decenas de páginas y deja en quien lee la convicción de que no ha tenido sexo en su vida porque sexo es sólo esa cosa sublime que describe Spencer. Durante septiembre terminé, en tres días, La conejera, de Tess Gunty, que hace eje en Blandine, una chica dura, hermosa, inteligente, mística, contestataria, criada en un hogar de acogida como los tres compañeros con los que comparte piso en una ciudad agonizante del medio oeste americano, todos perdidos de amor por ella mientras ella está interesada en cosas de otro mundo. Y en diciembre, finalmente, llegué a Algo ha pasado, de Joseph Heller, que, como promete Rodrigo Fresán en el prólogo, se convirtió en uno de los libros de mi vida. Narrada por el rumiante Bob Slocum es, al decir de Vonnegut, una novela de humor negro a la que se le ha extirpado el humor. Slocum es desagradable y fascinante, va de su casa a la oficina arrastrando un bajo fondo loco, vulgar y agresivo bajo su apariencia calma, pero también es un hombre aterrado cuyos temores ejecuta, o imagina que ejecuta, en una escena breve y estremecedora que está casi al final, como si la novela de seiscientas páginas hubiera sido sólo la megalómana preparación para ese párrafo agazapado. Si uno lee mucho suele encontrarse con algunos libros buenos y, si hay suerte, alguno excepcional. Pero sé que quizás nunca vuelva a pasarme lo que me pasó en 2023: seis obras impresionantes en un año. Claro que insistiré, intentando volver al paraíso perdido. Porque ese es el motivo por el cual leo: sólo con la vida no me basta.

 
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