Grandes barbaridades sin importancia
"Hace tiempo que los desastres parecen cada vez más sucesos escasamente definitivos e irreversibles. Son una invitación a la indiferencia. Pasa lo mismo con las líneas rojas. Cada vez que se traspasan tiene menos importancia que se traspasen"
La píldora de Tallón | Grandes barbaridades sin importancia
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Galicia
Hace unos años, la amiga de una amiga estaba cenando con sus hermanas, sus padres, unos primos repelentes y su tía, muy anciana. En mitad del postre, la tía avisó: «Creo que me voy a morir...». Nadie pareció escucharla, salvo la familia, que bastante agobiada estaba con la tarta de chocolate. Quizá habían inoculado ya la idea de que nada tiene importancia y que no existen líneas rojas. «Qué exagerada», comentaron las sobrinas, sonrientes. Uno de los primos incluso preguntó «¿Ahora?». Pero nadie reaccionó, por ejemplo, llamando a un urgencias. Lo siguiente fue que la tía dejó los cubiertos encima del plato, inclinó la cabeza y murió, para sorpresa de los comensales, que no habían creído lo bastante en la fuerza de las frases literales. No se veía tanta puntualidad desde aquel día que una conocida de Iñaki Uriarte llamó al escritor y le anunció: «Me muero el jueves», y eso hizo. Hace tiempo que los desastres parecen cada vez más sucesos escasamente definitivos e irreversibles. Son una invitación a la indiferencia. Pasa lo mismo con las líneas rojas. Cada vez que se traspasan tiene menos importancia que se traspasen. Solo son líneas y estas pasaron de ser inamovibles, y rojas, a estar donde uno desee, y poseer un aspecto más bien gris. A cada barbaridad, la sucede otra mayor y luego otra más grande, hasta que ya nada es una barbaridad, como decir que Miguel Tellado es una persona agradable, inteligente, culta y con unos modales refinadísimos.