Los exhumados

Barcelona

Los exhumados salen de sus fosas, quieren palpar el olor de los naranjos, de los limoneros. Es, ahora, en este tiempo, cuando la flor del azahar lo llena todo de blanco. Reclaman su derecho a respirar esa parte de España, del país que defendieron. Se les ve en el tebeo, en ese libro de Paco Roca, que se llama El abismo del olvido. En cada olvido retumba el abismo. Hay una España mágica, que vive dentro de un bosque lleno de aparecidos. Es, por ejemplo, el bosque animado de Wenceslao Fernández Flórez y de la película de José Luis Cuerda. Un rojo que hizo una película maravillosa, basada en la novela maravillosa de un franquista. Nuestra Historia es eso, y ya solo puede ser así. Y hay también una España enterrada en un abismo, que es un bosque petrificado. En esa arboleda inmóvil, en ese espesor de piedra, los muertos forman la turba de la Historia. Hulla, lignito, antracita, turba, eran las palabras que decía el maestro cuando nos enseñaba qué hay bajo nuestros pies. La ley de Memoria Histórica habla de lo mineral. No, los minerales no viven; pero, sin minerales, la vida no existiría. Dentro de la ley de Memoria Histórica corre el agua mineral que hace reverdecer la tierra. Es el verde de la esperanza. Está en Federico García Lorca y en Manzanita. El poeta fusilado que escribió el Romancero gitano, resucitado, cantado en la voz rota de un gitano. Saltan de su guitarra esquirlas como de fragua. Así es nuestra Historia. El PP y Vox se obstinan en abandonar la Memoria Histórica entre la ropa de los muertos. Hay más que huesos. Hay que salvar a los muertos de la muerte. El PP y Vox se han quedado fuera de la Historia. Se creen sus dueños igual que el sepulturero que, en la noche, se cree el amo del cementerio. Y no se acuerda de que la luna nos está mirando.