La verdad sobre el genocidio de Ruanda
El documental ‘Prisión Ruanda’ de Jon Cuesta revisa el relato oficial de lo que pasó hace treinta años y lo que queda de aquel horror
Prisión Ruanda
En 100 días, entre abril y julio de 1994, el último genocidio del siglo XX se cerró con un balance de 800.000 personas asesinadas. El de Ruanda fue un genocidio con tintes étnicos entre grupos rivales. Los Hutus, de mayoría en el país, masacraron a la minoría Tutsi. Muchos de ellos fueron salvados gracias al gerente de un hotel que inspiró la película ‘Hotel Ruanda’. Pero tres décadas después, Paul Rusesabagina ha pasado de ser un héroe a vivir en el exilio.
El documental ‘Prisión Ruanda’, de la productora Ébano Stories, revisa la versión oficial que el país africano mantiene sobre aquel genocidio a través del testimonio de opositores como Rusesabagina que viven en el exterior. El director, el periodista Jon Cuesta, parte de una visita al país en 2014, en el vigésimo aniversario del genocidio, en la que descubre que todo se ha resuelto de una forma sospechosamente perfecta y que el Gobierno no le permitía salirse de la visita oficial. “El Gobierno te dirigía para enseñarte víctimas tutsis, siguiéndote, no dejándote hablar con las personas que querías”, recuerda. “Era como un parque temático del genocidio tutsi”.
Cuesta explica que el genocidio contra los tutsis vino precedido del derribo del avión presidencial en el que viajaba el entonces presidente de Ruanda Juvénal Habyarimana, que era hutu, como el 90% del país. El asesinato del presidente enfurece a la parte hutu y una serie de radicales inicia una masacre. Pero las oleadas de masacres ya existían por ambos lados desde mediados del siglo XX por su lucha étnica.
“Lo que se nos ha vendido siempre es que un día todos los hutus se vuelven locos y empiezan a matar a todos los tutsis. Y llega un salvador que es Paul Kagame, el actual presidente de Ruanda, que salva el país y se hace con el poder”, resume el periodista. Pero hay mucho más detrás.
Antes del genocidio se produjo el primer intento de los tutsis de gobernar el país por la fuerza, ya que a través de las urnas les habría sido imposible siendo un sector tan minoritario de la población. Paul Kagame era hijo de refugiados en Uganda que, junto a otros jóvenes tutsis y amparados por Estados Unidos, que empiezan a dar formación militar a estos tutsis en el exilio, planearon una invasión en Ruanda a primeros de los 90, relata Cuesta.
Otra de las tesis que sostiene el documental es que esa invasión se refugiaba en la excusa de que estaban matando a los suyos. Cuesta cuenta que “en una semana podían haber parado el genocidio, pero les interesaba que el país se quedara vacío. Les interesaban muchísimas más muertes, aunque fueran tutsis, para ser más héroes todavía”. Cuando para el genocidio, la mayor parte de los hutus que habían sido señalados como asesinos, huyen hacia la República Democrática del Congo para que no les maten. El ejército de Kagame les persigue por la selva y les va masacrando en distintos campos refugiados mientras van ocupando la zona. Así es como el ejército ruandés se queda en el este del Congo con un doble objetivo, masacrar a los hutus y tomar el control de una zona rica en minerales como el coltán.
Pero una de las principales sorpresas para el autor del documental fue descubrir que el héroe del ‘Hotel Ruanda’, aupado como tal y que ha dado conferencias por todo el mundo por su papel salvando la vida de cientos de tutsis, de pronto se convierte en un villano, desterrado del régimen, por sembrar la duda sobre el relato oficial. “Sí, ha habido muchísimos tutsis asesinados, pero tanto antes como después del genocidio ha habido un genocidio también contra los hutus”, insiste Cuesta.
“Él mismo lo dice en el documental: los tutsis matan a los hutus porque son hutus y los hutus matan a los tutsis porque son tutsis. Entonces empieza a modificar un poco la versión oficial del régimen ruandés”. Rusesabagina hablaba de la represión a los opositores, los asesinatos constantes, los genocidios tanto en Ruanda como en el Congo. Así empieza a ser “desterrado”. Se prohíben sus libros y la película en Ruanda e incluso sufre atentados donde vive en Bruselas.
En su investigación han comprobado que la lista de enemigos del país es más amplia. El propio periodista asegura que también ha sido espiado, y se explica esta represión tan feroz todavía treinta años después del genocidio por la obsesión de Kagame de mantener su propaganda oficial. “Hasta hace poco era un ejemplo, un líder que, por otra parte, nuestros expertos dicen que es un asesino en serie”, dice el periodista sobre el presidente de Ruanda.
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