Violencia bancaria
"A veces un banco no tiene bastante con sus clientes, sus dimensiones, sus beneficios, y se lanza a comerse otro banco. Su naturaleza, después de todo, es el hambre. Nunca está lleno"
La píldora de Tallón | Violencia bancaria
Galicia
A veces un banco no tiene bastante con sus clientes, sus dimensiones, sus beneficios, y se lanza a comerse otro banco. Su naturaleza, después de todo, es el hambre. Nunca está lleno. Necesita más. Se mira al espejo y se ve delgado, pequeño, un poco feo. Si un día los propietarios se diesen por satisfechos, y anunciasen “vamos a explotar, bajémosle una marcha”, seguramente sería el final de esa entidad. No puedes haber logrado un beneficio extraordinario, grandioso, descomunal, monstruoso, y pararte a disfrutar de ello. El beneficio tiene que ser más colosal continuamente, sin descanso. En ocasiones, eso pasa por absorber a otro banco. ¿Que se resiste? Para eso está la opa hostil, la violencia financiera. Casi hay poesía en cómo la banca acomete todos sus planes y los saca adelante pese a cualquier resistencia. Incluso cuando les va mal, les va bien. Hagan lo que hagan, obtienen ventaja. Supieron construir un destino inevitable: ganar o ganar. Transcurren los años, los siglos, y un banco, es decir, una entidad de crédito y depósito, con millones de clientes, pero propiedad de unos pocos accionistas, sigue pareciéndome una cumbre de la humanidad, no menos perfecta que la cuchara o la rueda. Nuestra historia con ellos, como clientes, o como peleles, solo acaba de una forma, que recuerda mucho a aquella escena de Retorno al pasado, cuando Jane Greer preguntaba, «¿Existe alguna maldita manera de ganar?», y Robert Mitchum le confesaba la cruda verdad: «Bueno, hay un camino para perder más despacio».
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