Las dos "lecciones" que Luis García Montero cree que el PP debería aprender tras las elecciones catalanas

Madrid

Seguimos hablando de las elecciones catalanas, la enhorabuena a Salvador Illa, los posibles acuerdos, la difícil negociación y las repercusiones que pueden sentirse en la política española. Hay cálculos para todos los gustos, pero debiéramos repetir una palabra que tú has utilizado: tranquilidad. Celebremos que la mirada serena sobre la realidad y las cosas de la vida ha adquirido protagonismo frente a la crispación y la demagogia barata. Debiéramos aprovecharlo, no ya en la próxima legislatura catalana, sino en la política nacional.

Como a todos los demócratas nos interesa una derecha democrática, nos conviene que la España conservadora aprenda dos lecciones. La primera es que la crispación y el periodismo demagógico pueden servir para cocinar la recalentada sopa madrileña, pero no para establecer una dieta que asegure la buena alimentación española. Y la segunda es que la manipulación del nacionalismo españolista impide amar a España, respetar la diversidad del país y dialogar con algunas derechas autonómicas.

Fomentar el fuego en Cataluña puede servir para ocultar corrupciones o el desmantelamiento de los servicios públicos, pero no para gobernar España. Esta lección la puede aprender también el independentismo catalán, porque una nueva mayoría le acaba de pedir que deje ya de desmantelar la economía y la convivencia catalana con fuegos de artificios. Hubo un nacionalismo no independentista.

La izquierda tendrá un problema cuando el PP admita que su política, al margen de las algarabías identitarias, tiene mucho que ver con el PNV o con Junts per Catalunya. Mientras tanto el Gobierno progresista debe aprovechar la invitación catalana a la tranquilidad y explicar tranquilamente todo lo que se ha hecho para tranquilizar Cataluña y dignificar los salarios, las pensiones, la igualdad y la calidad laboral en España. Próxima estación, Europa.