¿Qué hacen las monjas clarisas? Oración, silencio, pobreza y fama de buenas reposteras
Las monjas clarisas de Belorado y Orduiña (Burgos), protagonistas de una polémica pugna con la Iglesia, forman parte de una Orden con más de 800 años de antigüedad
La Orden de Santa Clara, también conocida como la Orden de las Hermanas Pobres de Santa Clara, es un instituto religioso que forma parte de la Segunda Orden de San Francisco. Fue fundada en 1212 por San Francisco de Asís y Santa Clara de Asís en la iglesia de San Damián, cerca de Asís, Italia. Esta orden se caracteriza por su compromiso con la vida de oración, silencio, contemplación y trabajo para su sustento, siguiendo el ideal de pobreza y minoridad franciscana.
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Se estima que en todo el mundo hay más de 850 monasterios de la Orden de Santa Clara, de los cuales más de 600 están en Europa y unos 200 están en América. En total existen más de 8.000 religiosas que pertenecen a esta orden, según informa el portal especializado en monasterios y conventos declausura.org, perteneciente a la Fundación DeClausura, cuya misión es dar a conocer la razón de ser, la belleza y la importancia de la vida contemplativa y ayudar al sostenimiento de los monasterios y conventos de clausura. En España hay alrededor de 200 monasterios de la Orden. Algunos ejemplos son los de Sigüenza (Guadalajara), Griñón (Madrid), Soria, Santiago (A Coruña), Salamanca, Tordesillas (Valladolid), Estepa (Sevilla) y Carrizo de la Ribera (León).
La Regla de Santa Clara, aprobada por el Papa Inocencio IV en 1253, enfatiza la importancia de vivir en oración, silencio, contemplación y trabajar para su sustento. A lo largo de la historia, la orden ha experimentado diversas reformas y adaptaciones, como las dispensas otorgadas por el Papa Urbano IV en 1263, que introdujeron la propiedad en común de bienes y un sistema de rentas para la subsistencia de los monasterios.
Sin embargo, la esencia de la vida clarisa se mantiene en la búsqueda de una existencia humilde y dedicada a la espiritualidad, siguiendo el ejemplo de su fundadora, Santa Clara, quien redactó su propia regla, siendo la primera mujer en hacerlo, y logró que fuera aprobada dos días antes de su fallecimiento. La Orden se ha expandido a lo largo de los siglos, con numerosos monasterios alrededor del mundo, donde las monjas viven su vocación enclaustradas, dedicadas a la oración y al trabajo manual, manteniendo así la tradición de la vida contemplativa que define a la orden.
Las hermanas Clarisas son conocidas por su habilidad en la repostería y elaboran una variedad de dulces y postres. Entre ellos están los roscos de anís, las yemas de Santa Clara, las delicias de almendra, los alfajores, las almendras reales, los corazones de almendra y distintas variedades de pastas de te.
Santa Clara y la Regla
La historia de la Orden de Santa Clara está profundamente ligada a la figura de su cofundadora, Santa Clara de Asís. Nacida en una familia noble, Clara fue inspirada por los sermones de San Francisco y decidió abandonar su vida de comodidades para seguir un camino de fe y servicio. En la noche del Domingo de Ramos de 1212, acompañada por su amiga Pacífica, Clara se presentó en la iglesia de Porciúncula, donde San Francisco les cortó el cabello y les entregó un hábito similar al suyo, marcando así el inicio de su vida religiosa.
Inicialmente, Clara y sus seguidoras adoptaron la regla benedictina, como era costumbre para las nuevas órdenes religiosas de la época. Sin embargo, Clara obtuvo un "privilegio de pobreza" del Papa Inocencio III, que permitía a su comunidad vivir sin rentas ni propiedades, una práctica que se extendió a otros monasterios italianos. Este privilegio fue fundamental para preservar el espíritu original de la orden, centrado en la pobreza y la simplicidad.
A lo largo de los años, la Orden de Santa Clara experimentó varios cambios en su regla. En 1219, el cardenal Hugolino de Segni aprobó una regla para las clarisas de San Damián, y en 1247, Inocencio IV impuso una nueva regla que pronto cayó en desuso. Insatisfecha con las reglas existentes, Santa Clara redactó su propia regla, la primera escrita por una mujer, que fue aprobada por Inocencio IV dos días antes de su muerte en 1253.
La Regla de Santa Clara, sin embargo, tuvo poca repercusión fuera del Monasterio de San Damián. En un intento de unificar la orden, el Papa Urbano IV aprobó en 1263 una nueva regla que incorporaba algunos aspectos de la regla de Clara, pero abolía el privilegio de la pobreza en sentido estricto y establecía un sistema de rentas y propiedad común para la subsistencia de los monasterios.
Esta decisión provocó divisiones dentro de la orden, dando lugar a dos corrientes: las Damianitas, que seguían la Regla de Santa Clara, y las Urbanistas, que adoptaron la Regla de Urbano IV. Con el tiempo, la mayoría de los monasterios aceptaron la propiedad común de bienes, aunque algunos continuaron siguiendo la Regla de Santa Clara.
En el siglo XIV, la relajación de la disciplina afectó a muchos conventos franciscanos y monasterios clarisas. Surgieron reformas entre los frailes que también influyeron en las clarisas. La principal reformadora de las clarisas fue Santa Coleta de Corbie, quien en 1406 revitalizó la Regla de Santa Clara y redactó constituciones específicas para los monasterios que se unieron a su reforma. Estas constituciones fueron aprobadas por el Papa Pío II en 1454, y las monjas que las seguían pasaron a ser conocidas como Clarisas Coletinas o Descalzas.
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