Calvos del futuro
"Una peluca es farsa, y quizás un poco más adelante, es tragedia. No lo representa todo a la vez. Más bien cada una de esas cosas por separado, ocasionalmente. Su espíritu no se deja atrapar en una idea sólida. Vale para sobresalir y para desaparecer"
Calvos del futuro
Galicia
Una peluca no es una peluca y se acabó. No se parece a esos millones de objetos que se agotan en su utilidad. No es un paraguas, ni un calcetín, ni una tetera, ni una bombilla. Una peluca quizá ni siquiera tenga entre sus aspiraciones resultar demasiado práctica. Queda en el aire para qué sirve realmente. Ves una cuchara y piensas “para comer sopa”. Pero ante una peluca, qué piensas. A lo mejor dices “Depende”. Una peluca te cuenta dos historias, la que está a la vista y la que va por debajo; y que a saber de qué trata. Se exhibe como un objeto y, al mismo tiempo, como síntoma, o símbolo. Una peluca es seducción, malicia, disimulo, complot, rebeldía, excentricidad, desesperación. No se sabe qué es. Una peluca es farsa, y quizás un poco más adelante, es tragedia. No lo representa todo a la vez. Más bien cada una de esas cosas por separado, ocasionalmente. Su espíritu no se deja atrapar en una idea sólida. Vale para sobresalir y para desaparecer. Para ser otro y para intentar ser uno mismo. Me gustó que Alberto González Amador se presentase con una en los juzgados. Lanzó un mensaje de coherencia, muy de agradecer. Primero intentó disimular unos beneficios económicos ante Hacienda, y después trató de disimular su existencia ante la prensa. Chapeau por el novio de Ayuso. Mi consejo es que no se deshaga de la peluca. España, después de todo, es el país con más calvos del mundo.