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"Podíamos hacer hasta 150 cruces en el suelo con la lengua": la tortura silenciada durante el franquismo de las monjas a miles de mujeres en el Patronato

Consuelo García del Cid y Mariaje López, víctimas del Patronato del régimen Franquista, han explicado en 'La Ventana' el maltrato que sufrieron por parte de las religiosas

"Podíamos hacer hasta 150 cruces en el suelo con la lengua": la tortura silenciada de las monjas a miles de mujeres en el Patronato durante el Franquismo

"Podíamos hacer hasta 150 cruces en el suelo con la lengua": la tortura silenciada de las monjas a miles de mujeres en el Patronato durante el Franquismo

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La época franquista en nuestro país trajo mucho ambiente de censuras, limitaciones y sobre todo, muchas injusticias por parte de todo el régimen. Y una de estas injusticias, fue el Patronato de Protección a la Mujer, creado en 1941 supuestamente como centro de reeducación para las mujeres rebeldes dirigidos por ordenes religiosas. Aunque, en la práctica, esto no era nada más que cárceles donde se encerraban a estas menores para maltratarlas física y psicológicamente, solo por no cumplir con el pensamiento del régimen. Este patronato, marcó la vida de miles de mujeres como las de Consuelo García del Cid y Mariaje López, que han explicado en 'La Ventana' su espeluznante experiencia.

A esta escalofriante realidad ha querido dar voz el periodista Jon Sistiaga en la nueva entrega de 'Otro enfoque': 'Descarriadas' que se estrenará este miércoles en la cuatro.

Consuelo García: una de las víctimas del Patronato

García del Cid ingresa en el patronato de Madrid a los 16 años y las razones corresponderían con lo que hoy llamamos ser rebelde. "Yo desobedecía, suspendía, me saltaba las clases, me manifestaba contra la dictadura", afirma. La historia que relata es sobrecogedora, sobre todo, por la manera en la que ocurrió: "No me di cuenta de nada, abrieron la puerta de mi cuarto y me dijeron que me iban a poner una vacuna y a las 24 horas me desperté en otra habitación distinta".

Tras asegurar que se despertó con la lengua como si fuera papel de lija, y un dolor de cabeza muy fuerte, alguien abrió la puerta: una monja le daba la bienvenida. En ese momento, la invitada ya sabía que se trataba de un reformatorio. García, ha contado que su día a día era realmente terrorífico: "Todo el día trabajando, rezando, fregando y solo tres horas de clase. Era mano de obra esclava gratuita". Estaba en una sección de hacer muñecos de trapo, por lo que, en varias ocasiones, aprovechaba su oficio para mandar mensajes de manera clandestina pero sin éxito: "Nunca nadie dijo nada".

La tortura que suponía estar allí encerrada no la pudo aguantar más de un año y medio, que es cuando decidió escaparse. Para su desgracia, solo sirvió para empeorar las cosas, ya que la trasladaron al reformatorio de Ávila. Este centro era más duro que el anterior, y suplicó que la devolvieran al de Madrid. Tras varios intentos que no tuvieron éxito, acabó en el reformatorio de Barcelona: "La idea de volver a casa era imposible". Aunque, el 2 de abril de 1976, tuvo un golpe de suerte: "En el reformatorio de buen pastor de Barcelona, me salvó Agustín Villas".

Mariaje López: una de las miles de víctimas del Patronato

A diferencia de Consuelo García, la historia de Mariaje se centra en su experiencia en el orfanato y no en el reformatorio. En Oblatas del Santísimo Redentor entró con 8 años a raíz de la muerte de su padre, y el maltrato de su abuela. A lo que se dedicaba era a hacer todas las tareas que las monjas la encomendaba sin ningún tipo de límite, como "hacer las gomas de las tarjetas de maletas y fregar todo el palacio completo". Estas son las tareas que podían entrar dentro de lo normal para las víctimas , pero la línea la sobrepasan otras de las obligaciones que dejan los pelos de punta: "Podíamos hacer 150 cruces en el suelo con la lengua". Y los inodoros que estaban todos llenos de lombrices y de heces los teníamos que desatascar desnudas sin guantes", relata.

Al igual que a Consuelo García, también la quisieron trasladar a otro centro por conductas inapropiadas o en su caso, por hacer burlas con las que las monjas no se sentían identificadas: "Yo hacía una lista de motes para todas las monjas como sor tijeras o sor sambito".

Ambas han explicado que admitir y contar su historia no ha sido fácil: "Éramos las perdidas porque no le importábamos a nadie". No podían tener amigas, manifestarse, pensar y actuar como querían , actuar libre, y mucho menos, negarse a lo que las monjas exigían. "Esto fue una masacre", subraya Consuelo García.

Ellas dos son el ejemplo de supervivencia al Patronato Franquista y aunque hayan hecho su camino después de todo los que les ha pasado, ahora tienen que dar el testimonio porque muchas mujeres no tienen el camino hecho, concluye García.

 
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