Pequeños infinitos
"Es normal que en algún momento 130.000 espectadores parezcan una cantidad astronómica, aunque tal vez no tanto como 34 delitos. Pero la imaginación se ensancha progresivamente. Y con el tiempo deja de aturdirte lo muy numeroso, que tiende a encogerse"
Pequeños infinitos
Madrid
Las 130.000 personas que acudieron a ver a Taylor Swift al Bernabéu, y los 34 delitos de los que un jurado consideró a Donald Trump culpable, parecen al principio cifras igual de abrumadoras. A su manera, ambas remiten al infinito. Me hicieron acordarme de un cumpleaños al que acudí a unos meses, en el que conocí a Carmen, una profesora de educación infantil, que me contó que una vez le preguntó a unos de sus alumnos cuántos años tenía. «Tres», dijo el niño. «¿Y a que no sabes cuántos tengo yo?», preguntó la profesora. El chaval la miró astutamente, y replicó seguro de sí mismo: «¡Siete!». Cuando Carmen le reveló que en realidad tenía cuarenta, el niño abrió mucho los ojos, y luego dijo: «Pero profesora, ¡ese número no existe!». Supongo que la medida de las cosas requiere un paulatino aprendizaje. A lo absolutamente enorme, como a lo extraordinariamente pequeño, nos acercamos despacio, con escepticismo. Es normal que en algún momento 130.000 espectadores parezcan una cantidad astronómica, aunque tal vez no tanto como 34 delitos. Pero la imaginación se ensancha progresivamente. Y con el tiempo deja de aturdirte lo muy numeroso, que tiende a encogerse. Puede llegar a pasar, como en el caso de Trump, que ser culpable constituya incluso una buenísima noticia, al punto que sienta pena de no haber cometido muchos más delitos y más graves.