El minuto feliz de la dimisión
"Algunos movimientos, para ser felices, tienen que acompañarse de la oportunidad. Hace unos meses quedamos cinco amigos a comer, y después a tomar unas copas. Creíamos que lo estábamos haciendo bien"
El minuto feliz de la dimisión
Galicia
Los sitios tienen una hora buena para llegar y para irse de ellos. Si no llegas a esa hora, y llegas a otra, llegas mal. Y a partir de ahí es difícil remontar. Lo mismo sucede cuando dimites y los abandonas. A veces hay que acertar con el minuto, ya no solo con la hora. También es importante saber estar, una vez has llegado y todavía no es el momento de despedirse. Demasiados malabarismos. Por eso mucha gente, cuando está más o menos a gusto en un sitio, se aferra a él desesperadamente. El novelista Jay McInerney contaba que a finales de los setenta, salió una noche en Nueva York y fue llegando y abandonando en tan buen momento los distintos locales que a lo largo de la madrugada coincidió sucesivamente con John Belushi, Jim Carroll, Lou Reed, Andy Warhol y Jean-Michael Basquiat. Algunos movimientos, para ser felices, tienen que acompañarse de la oportunidad. Hace unos meses quedamos cinco amigos a comer, y después a tomar unas copas. Creíamos que lo estábamos haciendo bien. Pero entonces tomamos la decisión de cambiar de local, por variar. No habíamos salido aún por la puerta y vimos o presentimos algo. Pero ya nos habíamos impulsado, levantándonos, estirando los pantalones, pagando. Se volvió imparable el movimiento de los cuerpos hacia la salida. Cuando llegamos al nuevo bar, la encargada estaba aún acabando de bajar algunas sillas de encima de las mesas. Uno de nosotros dijo: «Movimiento nefasto». Y así fue. Ya no levantamos cabeza.