"Veo una España que desprecia a un equipo porque hay ‘un moro y un negro’ en el banquillo"

Madrid

Hoy el cuerpo me pedía algo previsible. Ya sabes, la Selección Española de fútbol como ejemplo, como foto de la España real, esa que pisa las aceras, la que va al mercado. Con dos españoles hijos de migrantes irregulares, dos franceses subidos a este carro porque simplemente les gusta este equipo y sus colores. Y un equipo que nos está permitiendo soñar de nuevo, que lo goza y lo sufre también jugando. Y yo pensaba, qué bonita la España plural, la que celebra, la que no les tiene miedo a unas rastas, ni a unos tatuajes. Adolescentes de pelo en pecho, muchachos por hacer como aún Yamal, ya horneados como Williams, padres de familia numerosa como Morata.

Pero no. He dicho, deja de ser previsible y di otra cosa. Porque veo a esta España también mucho más diferente de aquella de 2010 que subió a los cielos de Sudáfrica a un muchacho de pelo escaso y pierna feroz apellidado Iniesta y nacido en un pueblo de Albacete. La veo diferente y no necesariamente venida a mejor.

Porque veo a una España –a veces se me antoja residual, pero otras veces me sale por todas partes– que desprecia a un equipo porque hay “un moro y un negro” en su banquillo, que se niega a llamarla la Roja porque así de simples somos algunos. Veo a una España demasiadas veces racista que concibe al otro como un peligro, como ese que deambula por ahí, que dicen algunos, y a saber en qué andará pensando o que andará tramando.

Veo a una España desacomplejada de más que no se corta un pelo, que no guarda las formas ni respeta al de enfrente o al que viene, que es otra forma de no respetarnos a nosotros mismos. Veo a una panda de imbéciles llamando mono a un jugador de fútbol, que llama panchita también a la nueva incorporación a la familia. Veo a una España que se refugia en el “yo soy así”, que se niega a actualizar su propio software. Que oscila entre el resentimiento y el miedo. Que, ante las reivindicaciones de otros, se siente agraviada y desatendida. He visto cosas, como vosotros, que no hubiera querido ver. He escuchado cosas, también como vosotros que me han hecho helar la sangre.

Suerte, España. A la Selección de Fútbol, y al resto.

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