A vivir que son dos díasOjo que quemo
Opinión

El asco como mecanismo de defensa

"Las plantas peligrosas no rugen, no muestran sus garras, no saltan encima de ti ni te persiguen por el bosque. No hay forma de saber a simple vista qué hoja te matará y cuál puedes servir para la cena"

Barcelona

"No se puede hablar de gastronomía sin hablar de emociones: el placer de llegar a casa y encontrarte la cena hecha, el goce de degustar tu plato favorito, la diversión de comer con amigos, el cariño en las rosquillas de la abuela y la nostalgia, la alegría del pescaito frito en el chiringuito... pero nunca hablamos del asco. Así que hoy vamos a saldar cuentas"

"Los niños son esas extrañas criaturas capaces de meterse canicas por la nariz en el parque, comerse los mocos y la arena a puñados, chupar gusanos y a la vez no mostrar ningún interés en absoluto por una hoja de lechuga o por una endivia. Nuestro cerebro está programado para hacernos sobrevivir en el medio natural, en un mar de hiedras, matojos, y hojas de toda clase, la mitad de los cuales están cargados de espinas y partículas urticantes, de toxinas y venenos mortales, sin advertencia. Las plantas peligrosas no rugen, no muestran sus garras, no saltan encima de ti ni te persiguen por el bosque. No hay forma de saber a simple vista qué hoja te matará y cuál puedes servir para la cena. De modo que a la que los niños empiezan a poder moverse de forma autónoma, alrededor de los 18 meses, la naturaleza activa en su cerebro una alarma que suena ante todo lo vegetal y todo lo que sepa amargo como los venenos y grita: no lo toques. Por si acaso"

"Quizá corremos el peligro de estar cada vez más acostumbrados a relacionarnos con el mundo a través de un plástico o de un cristal (sea una pantalla o sea un blíster) y estamos perdiendo el contacto con la textura real de todo lo vivo (incluidos nosotros mismos)"