Deportaciones masivas

Barcelona

Este verano ha registrado momentos estupendos. Sobre todo en lo deportivo, con los Juegos olímpicos y el fútbol europeo. Pero seguro que también en lo familiar, y en lo personal. Ojalá se repitan. Entre los sucesos públicos reconfortantes ha destacado la normalidad en Cataluña, con un Gobierno catalanista y constitucionalista por vez primera en bastante más de un decenio. Y la recuperación del brío en la resistencia de Ucrania frente a la invasión. O el nuevo impulso a la candidatura demócrata en Estados Unidos, personificada ahora en Kamala Harris. Y la buena marcha de la economía y el descenso de los precios, pese a las malas noticias procedentes de Alemania y otros países que arrastran los pies.

O sea que tenemos buenos motivos para empezar el curso con un poco de ánimo.

Y para relativizar las tonterías o las demostraciones de odio de algunos políticos.

Por ejemplo, la del tipo cuyo nombre no merece ser siquiera mencionado, que ha alabado las "deportaciones masivas" de inmigrantes, poniéndolas como ejemplo a seguir por el Gobierno de España. Algo que estaría bien en un líder del Ku-klux-klan, o en una arenga de Joseph Goebbels, ya saben, el portavoz del Führer. Pero no en el portavoz de un partido democrático, aunque sea el primero de la oposición. Lo peor es que su presidente, el presidente de su partido, todavía no le ha expulsado. Y que ningún obispo le ha excomulgado. Y que ningún fiscal le ha abierto causa criminal.

Nosotros, a lo nuestro. Amamos a Lamine Yamal, a Nico Williams, a Kilian Mbappé, a Kamala Harris. Ojalá que ¡por muchos años!

Únete al canal de WhatsApp de la SER