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Historia

El Museo del Ferrocarril, desde los ojos de un niño

El Museo del Ferrocarril de Madrid ofrece un viaje a través del tiempo que muestra la evolución de los trenes, desde las locomotoras de vapor hasta el Talgo de 1960

La Ventana | La historia del Museo del Ferrocarril

Madrid

En el mismo andén donde hoy hemos abierto La Ventana, el 30 de marzo de 1880, el rey Alfonso XII inauguraba la primera gran estación monumental de Madrid, un imponente edificio de hierro y vidrio, máximo exponente de la arquitectura industrial de la época. El Museo del Ferrocarril es un viaje en el tiempo, uno que cumple 40 años. Un viaje que hemos hecho acompañando a un grupo de niños del colegio Hospital Infantil Niño Jesús, que da apoyo pedagógico y seguimiento académico a los pacientes en edad escolar ingresados en ese centro.

La Ventana desde el Museo del Ferrocarril de Madrid

Lo primero que nos cuenta María, guía de este Museo, es que nos encontramos en la antigua estación de Delicias de Madrid. Un edificio de hierro y cristal que fue inaugurado en 1880 por el rey Alfonso XII. "Aquí llegaban los trenes que unían Ciudad Real con la capital de España. Cuando los viajeros se apeaban en Delicias, el centro de la ciudad quedaba lejos y para su traslado hasta la Puerta del Sol había un carruaje de madera donde cabían bien apretados ocho pasajeros", relata la guía. De hecho, ese carruaje está en una de las esquinas de los andenes de esta estación transformada en museo.

Así empieza este viaje en el tiempo que traslada a los niños hasta las locomotoras de vapor. Los pequeños pueden subir a una de esas enormes máquinas de hierro y saber que hubo un tiempo en el que los trenes se alimentaban con agua y carbón y echaban humo negro y carbonilla por la chimenea.

Dejamos atrás las locomotoras a vapor y nos asomamos, por las ventanillas, al interior de un coche de primera clase de 'wagon lits'. "Es más bonito que los de ahora, es muy vintage, es muy 'british'", es uno de los comentarios que hacen los niños al ver las lámparas, las telas, la porcelana del comedor y los baños de este coche de los años 20, símbolo del lujo y el 'glamour' de los grandes viajes ferroviarios del siglo pasado.

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No solo hay trenes en este museo, nos dice María, y nos indica que entremos en la sala de los relojes. Todas las estaciones de ferrocarril, incluso las más pequeñas, cuenta nuestra guía, tenían un reloj de gran tamaño y nos enseña uno muy especial, el reloj Mataró, que estuvo instalado en la estación de esa ciudad catalana de la que recibe su nombre. Además, recuerda, el primer trayecto que se pudo hacer en tren en la península fue precisamente el que unía Barcelona con Mataró.

El tren más moderno que alberga el museo es un Talgo de 1960, el abuelo del AVE, explica María, cuando entramos en un vagón de primera clase en el que los asientos están situados como si nos encontráramos en el salón de casa, unos frente a otros, con mesitas que incorporan un cenicero.

La visita termina en la buhardilla de uno de los edificios de la estación, donde se ha instalado la maqueta de trenes más grande de España. La llaman Territorio ferroviario y tiene una superficie de 300 metros cuadrados y una red de 850 metros de vías con capacidad para 66 trenes.